Hace tan solo unos días, Fernando Savater se desayunaba
con unas manifestaciones en las que tildaba de “tontos” a todos los que habían
votado al partido político Podemos. Me parecen unas declaraciones
desafortunadísimas. Yo no las comparto en absoluto. Aunque busque contextos que
las expliquen. No sé por dónde pillarlas.
Tampoco entiendo el nublado de críticas que ha recibido
en las redes sociales ni las descalificaciones globales que sobre su persona y
su aportación creativa y su pensamiento se han manifestado. Para mí sigue
siendo una referencia de pensamiento y de reflexión. Me parece uno de los
principales divulgadores de la filosofía y de la ética (ya apenas se puede
hablar de filósofos “puros”) en nuestros días. Y, además, yo no estoy siempre
de acuerdo ni conmigo mismo.
Pero el asunto me sirve para reflexionar acerca de en qué
medida hemos de diluir la responsabilidad personal en el imaginario colectivo y
hasta qué punto podemos descargar nuestra conciencia en lo que pasa en la comunidad.
Y, como me sucede casi siempre, no lo tengo tan claro, vuelvo a ser la duda con
patas.
Me recuerdo a mí mismo defendiendo que el ser humano es
algo menos que aquel “yo y mis circunstancias”, para terminar explicándose en “yo
soy mis circunstancias”. Así que no debería escurrir el bulto y tal vez tendría
que apuntar hacia la colectividad como responsable de casi todo.
Pues no, no es eso, no es eso. “Yo soy mis
circunstancias” vendría a significar que todo mi yo se explica y se conforma
desde los contextos, desde las circunstancias en las que voy viviendo. Pero eso
no quiere decir que no pueda actuar en esas circunstancias ni que no pueda al
menos intentar modificarlas. No ahondaré más porque ese es asunto largo y
arduo.
De modo que tal vez la vista también se me vaya hacia la
persona como individuo responsable de lo que sucede por ahí fuera en la comunidad.
Y ahí yo puedo actuar como listo, como tonto, como imbécil, como sabio, como
estulto…
Cuando era algo más joven (es un eufemismo), a mí y a
algunos de los más marisabidillos de la cuadrilla se nos iban muchos impulsos
en atacar a aquella terrible sociedad que siempre ahogaba al individuo y lo
condicionaba en todo, hasta el punto que este parecía libre de cualquier
pecado. Y creo que algo de razón teníamos. Pero, ay, de esa manera también
quedaba exento de cualquier responsabilidad. La biología ha seguido su curso y
ha hecho de las suyas. También las lecturas y todos los ratos echados a ese
invento del pensar. Y todo se ha complicado, hasta el punto de tenerlo todo
menos claro y de verlo todo con muchas más aristas.
A estas alturas, no sé dónde hay que poner la
linde de la responsabilidad personal y de la influencia colectiva. Por eso me
vuelvo tantas veces hacia el territorio impreciso del sentido común y de la
buena voluntad como asideros salvadores y pócimas mágicas contra tantos males.
Y,
para el caso que me sirve de pretexto (como para todos los demás), querría que
actuáramos todos con algo de esa pócima. No creo que se puedan descalificar
tantos votos de una manera tan gruesa, porque se supone que responderán a
razones diversas, que -estas sí- pueden ser o no compartidas. Si la analogía es
condición indispensable para cualquier discusión, los descalificadores
generales de Savater deberían decirme qué opinan de todo lo que se ha dicho y
se sigue diciendo de los votantes de VOX. Ahí nos han pillado con la aplicación
de la dichosa analogía
Y,
si se puede pedir algo, sea esto en esta ocasión: Por favor, no tomemos la
parte por el todo. Eso tiene un nombre técnico para la literatura, pero no
sirve para la argumentación.
Venga.
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