Aquel
que, presionado por algún miembro familiar y después de muchas vacilaciones,
decidió que se había que cambiar el ventanal de una galería con vistas a
ahorrar gas y frío y que se fue hasta un lugar en el que se anunciaba tienda de
aluminios y que, siempre al lado de ese familiar, vio ejemplares de
ventanas, todas con buena pinta y que el encargado de la tienda les propuso
hacer una visita para reconocer sobre el terreno la terracita y que a los dos
días se les presentó allí con papel, metro y lápiz y que midió y remidió y que
apuntó y dibujó y que se marchó y a los pocos días regresó con unas hojas llenas
de ventanas dibujadas y en su base y al lado cantidades muy grandes de euros y
hasta de céntimos y que en ellos describía hasta los últimos detalles y que al
ver el coste del presupuesto se turbó hasta el extremo pensando en si se habría
equivocado de obra y se le habrían traspapelado los planos y el presupuesto de
algún edificio entero de viviendas y que se marchó y dejó la casa en silencio y
como en misterio un rato largo y que las miradas se hicieron risas y sorpresa
pero dejaron que pasaran unos días para serenarse y que, a pesar de todo, al
cabo de nada decidieron que mejor no pedir más presupuestos para así ahorrarse
más disgustos, y que entonces mismo decidió retirarse de la pelea y dejar a su
familiar que cargara con todo lo que viniera y tuviera que ver con la dichosa
obrita y que después de esperar no sé cuántas semanas un buen día se anunció la
fecha del comienzo de las obras y que en aquel momento se abrió el capítulo de
los permisos de obra y de ocupación de vía pública y que entonces se le ocurrió
que, ya puestos, vendría bien a la galería que fuera alicatada y hermoseada en
paredes, piso y techo y que se abrió un nuevo proceso de presupuestos, permisos
y esperas, elección de materiales y músicas finas y que hubo que poner de
acuerdo a gente de aluminios con albañiles y a estos con los calefactores para
montar y desmontar caldera de gas que impedía el alicatado y que llegado el día
hubo tal asedio de aluminios, de camión grúa y de personas que aquello parecía
un ejército de invasión y que, mira tú por dónde, en un día apretado se lo
calzaron todo los de las famosas ventanas y que se quedó pensando que o mucho
costaban y valían aquellos aluminios o el trabajo de aquellos esforzados
ventanistas era especialísimo y que a los dos días llegaron los albañiles con
un volcán de ruidos y de polvos que despertaron muy temprano a los vecinos y
que al poco rato apareció el fontanero para mover el aparato que mide el paso
del gas y que, cuando observó que aquello era ya un caos y que estaba advertido
de que la caldera de gas empezaba a fallar pensó y decidió en un momento de
locura que ya lo mejor era arramplar con todo y cambiar también la caldera y
que entonces vinieron otras personas entendidas en gas y se llevaron la
caldera, cortaron el gas y la calefacción y empezaron a dibujar rozas en la
pared para tubos y pasos y que entonces sí que aquello parecía un estudio de
arquitectura y que todo se producía en medio de ruidos ensordecedores y que
allí entraban y salían unos y otros sin que se diera cuenta de quién era quién
y de qué hacía cada uno y que ante tal situación decidió encerrarse en su
habitación y cerrar la puerta para oír algo menos las conversaciones y los
potentes ruidos y que menos mal que tenía que ir a Salamanca por la tarde a
solucionar unas cosas y pensaba escapar de esa manera a todo aquello y que
esperaba encontrárselo algo más calmado cuando volviera porque, si no, no
respondía de sí mismo y que ahí anda aguardando a ver cómo se va arreglando
todo esto y que, mientras eso sucede, se le oye rumiar por lo bajo y por lo
alto plegarias de toda clase, algunas como si estuviera en la iglesia y otras
como si estuviera en la taberna viendo el fútbol o escuchando a tertulianos un
sábado por la noche y que después le aguarda el trago de los pagos pero que
este ya espera pasarlo solo o en compañía de sus más allegados y que pondrá
como fondo música suave y relajante porque tal vez otros ruidos ya los pondrá
él.
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