jueves, 14 de febrero de 2019

DE OTRAS RUIDOSAS OBRAS



Aquel que, presionado por algún miembro familiar y después de muchas vacilaciones, decidió que se había que cambiar el ventanal de una galería con vistas a ahorrar gas y frío y que se fue hasta un lugar en el que se anunciaba tienda de aluminios y que, siempre al lado de ese familiar, vio ejemplares de ventanas, todas con buena pinta y que el encargado de la tienda les propuso hacer una visita para reconocer sobre el terreno la terracita y que a los dos días se les presentó allí con papel, metro y lápiz y que midió y remidió y que apuntó y dibujó y que se marchó y a los pocos días regresó con unas hojas llenas de ventanas dibujadas y en su base y al lado cantidades muy grandes de euros y hasta de céntimos y que en ellos describía hasta los últimos detalles y que al ver el coste del presupuesto se turbó hasta el extremo pensando en si se habría equivocado de obra y se le habrían traspapelado los planos y el presupuesto de algún edificio entero de viviendas y que se marchó y dejó la casa en silencio y como en misterio un rato largo y que las miradas se hicieron risas y sorpresa pero dejaron que pasaran unos días para serenarse y que, a pesar de todo, al cabo de nada decidieron que mejor no pedir más presupuestos para así ahorrarse más disgustos, y que entonces mismo decidió retirarse de la pelea y dejar a su familiar que cargara con todo lo que viniera y tuviera que ver con la dichosa obrita y que después de esperar no sé cuántas semanas un buen día se anunció la fecha del comienzo de las obras y que en aquel momento se abrió el capítulo de los permisos de obra y de ocupación de vía pública y que entonces se le ocurrió que, ya puestos, vendría bien a la galería que fuera alicatada y hermoseada en paredes, piso y techo y que se abrió un nuevo proceso de presupuestos, permisos y esperas, elección de materiales y músicas finas y que hubo que poner de acuerdo a gente de aluminios con albañiles y a estos con los calefactores para montar y desmontar caldera de gas que impedía el alicatado y que llegado el día hubo tal asedio de aluminios, de camión grúa y de personas que aquello parecía un ejército de invasión y que, mira tú por dónde, en un día apretado se lo calzaron todo los de las famosas ventanas y que se quedó pensando que o mucho costaban y valían aquellos aluminios o el trabajo de aquellos esforzados ventanistas era especialísimo y que a los dos días llegaron los albañiles con un volcán de ruidos y de polvos que despertaron muy temprano a los vecinos y que al poco rato apareció el fontanero para mover el aparato que mide el paso del gas y que, cuando observó que aquello era ya un caos y que estaba advertido de que la caldera de gas empezaba a fallar pensó y decidió en un momento de locura que ya lo mejor era arramplar con todo y cambiar también la caldera y que entonces vinieron otras personas entendidas en gas y se llevaron la caldera, cortaron el gas y la calefacción y empezaron a dibujar rozas en la pared para tubos y pasos y que entonces sí que aquello parecía un estudio de arquitectura y que todo se producía en medio de ruidos ensordecedores y que allí entraban y salían unos y otros sin que se diera cuenta de quién era quién y de qué hacía cada uno y que ante tal situación decidió encerrarse en su habitación y cerrar la puerta para oír algo menos las conversaciones y los potentes ruidos y que menos mal que tenía que ir a Salamanca por la tarde a solucionar unas cosas y pensaba escapar de esa manera a todo aquello y que esperaba encontrárselo algo más calmado cuando volviera porque, si no, no respondía de sí mismo y que ahí anda aguardando a ver cómo se va arreglando todo esto y que, mientras eso sucede, se le oye rumiar por lo bajo y por lo alto plegarias de toda clase, algunas como si estuviera en la iglesia y otras como si estuviera en la taberna viendo el fútbol o escuchando a tertulianos un sábado por la noche y que después le aguarda el trago de los pagos pero que este ya espera pasarlo solo o en compañía de sus más allegados y que pondrá como fondo música suave y relajante porque tal vez otros ruidos ya los pondrá él.

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