LEER
Las
cuadrículas del calendario están rellenas de lemas dedicados a diversos
aspectos de la vida. No queda casilla libre; incluso mechas de ellas tienen que
compartir padrinazgo y marbete de buenas intenciones: Día de…, Día de…, Día de…
Entre
los que tienen más solera -aunque no sea más que por guardar las apariencias-
se encuentra el llamado Día del libro. El contexto en el que se concreta bien
podía ser mejorado con solo ponerlo a la altura de cualquiera otra manifestación
de esas que ocupan tiempo en los medios de comunicación día sí y día también.
No sé si aquello de estar en la llamada era digital nos ha apartado algo de la
sana costumbre de frecuentar los libros. Aquella expresión tan asertiva y de
tanto valor “Lo dice el papel” acaso no mantenga ya su rango y no sirva tanto
como argumento de autoridad.
Creo,
sin embargo, que el libro sigue guardando un halo especial, casi misterioso y
da cierto lustre tanto al que lo defiende como al que posa sus ojos y su atención
en él. Aprovechémonos un poco de ello.
Para
mí todos son días del libro, pues gasto a diario bastante tiempo entre páginas.
Todo libro posee alguna enseñanza; solo hace falta prestar buena disposición de
ánimo y atizar la curiosidad.
Hay
mil razones para leer, incluso para no leer. Se han enumerado en otras mil
ocasiones y no las repetiré. Cada año elaboro una lista con los títulos de los
libros que leo. Sigue siendo larga. Me da muchas pistas acerca de mis
preferencias y de mis ocupaciones.
El
fruto que de la lectura podemos obtener es siempre jugoso. “Quien lo probó lo
sabe”. Sírvase cada uno la ración que quiera. Buen provecho.
1 comentario:
Tienes razón, podría pertenecer y vanagloriarme por ello de pertenecer a la era digital, pero no nado a gusto en sus aguas, aunque las utilice como tú. Yo prefiero nombrarme como persona perteneciente a la generación del papel.
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