miércoles, 19 de octubre de 2011

DE PATRIAS, MATRIAS Y PASTAS

 A mi buzón acuden cada día muchos papeles rotos, traídos por la mano de no sé qué carteros, o por nuevas agencias que distribuyen todo con tal de que la noticia de las cosas llegue hasta el último rincón y hasta las manos de la persona más despistada. Muchos, en mi caso, terminan sin la dispensa de una simple hojeada (nunca sé si escribir hojeada u ojeada, o tal vez las dos formas) en la bolsa de los papeles, esa que con tanto celo recicla Nena. Ante otros no me resisto y paseo por ellos mis ojos dando cuenta de sus hojas. Es el caso de los periódicos comarcales que gratuitamente distribuyen cada dos o tres semanas. Sé de sobra qué tipo de material me voy a encontrar en ellos y, a pesar de todo, pico el anzuelo como alevín de pez que ensaya su oficio de buscar comida. Debe de ser por el tonto atractivo de conocer algo de lo que acontece en la rúas del pueblo, o, como decía el de más allá, de saber lo que pasa en la puta calle. Con todas sus deformaciones y hasta con todas sus falsedades, que no son pocas. Me sucede lo mismo con los otros medios electrónicos, visuales…
Y eso que hay hechos que no se pueden modificar pues que las fotos no lo permiten.
Hoy, por ejemplo, veo en una fotografía (llenar páginas con la simpleza de las fotografías, con el intento lelo de que las personas fotografiadas compren el producto está por desgracia totalmente extendido: cuesta tan poco y rinde tanto…) los festejos de los últimos días de los cuerpos de la policía (¿son cuerpos o almas?) y de la guardia civil. En ambas hay misa y jolgorio, claro, que no se enfade la patrona. Y supongo que brindis a gogó, aunque esto ya no queda inmortalizado.
En la página en la que se da cuenta de la fiesta de la guardia civil (a toda página y llamada en portada), se dice que “…congregó a numerosos invitados y autoridades en la celebración”. Y tiene que ser verdad a la vista de lo que se ve en las fotografías. Y se dice también. ¡ojo al dato!: “…se celebraron los homenajes, entre ellos a Bernardo Martín Sagrado que… se jubilaba. Recibió el homenaje del Ayuntamiento y del Cuerpo con la medalla al mérito de la Guardia Civil”.
Se hace referencia a homenajes, pero solo se hace glosa del recibido por el capitán. O sea, a sus órdenes. Qué casualidad, solo el jefe merece los honores, como siempre. Es jefe al que no tengo el gusto de conocer y contra el que personalmente no tengo nada, por supuesto.
Si uno se fija en esta o en cualquier otra foto similar, enseguida destaca la presencia de medallas y preseas colgadas en los uniformes, como si cada acto tuviera aparejada la colocación de un distintivo nuevo para el lucimiento. Yo no conozco nada igual en ninguna otra profesión y desconozco la razón de estas diferencias. Pero aún hay más. Algunas de estas distinciones (no sé si todas) acarrean aumentos de sueldo en quien las recibe. Y, en ese caso, ya me permito empezar a sospechar y a formular preguntas de las que extraigo algunas consecuencias escasamente positivas. Por ejemplo
a)      ¿Estas personas lo hacen todo por la patria o todo por la pasta?
b)      ¿Si lo hacen por la patria, ¿por qué clase de patria lo hacen?
c)       ¿Y por qué no lo hacen de vez en cuando por la matria?
d)      ¿No he trabajado yo toda mi vida por la colectividad? ¿Por qué a mí no me han colgado distinciones públicas en el pecho y me las han trasladado al sueldo?
e)      ¿No es tan patriótica mi actividad como la suya?
f)       ¿A quién representa toda esta gente para que los poderes civiles, elegidos por todos, se apunten, sin distinción de colores, a todas sus fiestas y homenajes?
g)      Perdón por la personalización, pero ¿por qué el Ayuntamiento no me ha hecho a mí un homenaje con motivo de mi jubilación, si yo no he dejado de trabajar para la educación de los ciudadanos?
h)      ¿Por qué no me invitan a presidir procesiones y otros festejos?
i)        Y así hasta cansarme.
Supongo que a más de uno le parecerán impertinencias las líneas precedentes. Confieso que las he escrito entre indignado y en situación de chiste, pero las mantengo en toda su extensión. Cualquiera que sepa leer comprenderá que, en realidad, me estoy refiriendo a todo lo que subyace a estas prácticas. Amigo Sancho, “huele y no precisamente a ámbar”.

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