Aunque cada día los frecuento menos, no puedo olvidar que he dedicado casi toda mi vida a la educación de los adolescentes y de los jóvenes. Por eso mi mente me los devuelve como a impulsos, aunque ahora un poco más pausados y distantes. ¿Cuánto esfuerzo tendría que haber dedicado al conocimiento de los elementos que específicamente definen a esos muchachos con el fin de adaptar las enseñanzas a sus características? Estoy seguro de que no dediqué el suficiente. ¿Qué tendrían que hacer los que legislan para ellos? ¿Y los que gobiernan y deciden muchas de sus actividades?
Pienso, por ejemplo, en las razones que llevan a nombrar a un concejal de juventud en cualquier pueblo o ciudad. No estoy seguro de que se llegue más allá de pensar en alguien que, por edad o por casualidad, se halle próximo a ellos. Es muy poco y así salen las cosas.
Las nuevas generaciones han dado también un salto de gigante en la superación de muchas de las costumbres y tradiciones que llevaban siglos en uso y se han situado en unas coordenadas bien distintas a las de las generaciones inmediatamente anteriores. ¿Por qué camino se ha perdido, por ejemplo, el sentimiento de pertenencia a una nación, como no sea desde el hilillo de una bandera deportiva? ¿Es el mismo el concepto que tienen de familia que el que sostienen sus padres y todos los antepasados? ¿Qué se puede decir del asunto de la religión? ¿Y del sexo y de las relaciones amorosas?
Se puede centrar la mirada en el nivel individual o en el colectivo. En ambos las diferencias son insultantes por lo evidentes. ¿Quién no se queda sorprendido al observar la separación radical -y a la vez absolutamente natural- que se hace en el mundo juvenil entre el amor y el sexo? Y, por pensar en algo social pero próximo a lo anterior, ¿en qué lugar han quedado las ceremonias matrimoniales y el resto de convenciones sociales relacionadas con este asunto? ¿Quién ha estudiado a conciencia el significado de la falta de seguridad en el trabajo y la dificultad de programar un camino vital extenso? ¿Se tiene siempre en cuenta la potencia del sentido de pertenencia a un grupo social de los actuales, en muchos casos simplemente virtual? ¿Y qué decir de la importancia de las nuevas tecnologías, de su uso y de su influencia?
Son solo algunas de las ramas de ese árbol frondoso que cobija la actividad y los anhelos de una parte de la población que tiene que ser atendida, aconsejada y hasta guiada desde sus coordenadas, para desarrollar todas sus potencialidades. Al fin y al cabo, son sus propias vidas y son sus propios caminos. Engarzados en la experiencia de los demás, pero apuntando siempre al desarrollo de su propio futuro.
No basta con ser o con haber sido joven, hay que contar con el análisis y con el conocimiento de las variantes que cada generación va incorporando. Hay campo extenso sin labrar. En educación, en cultura, en festejos, en orientaciones académicas, en ocio, en deportes, en…
Ahí están las inminentes elecciones y los programas de actuación política. Veremos cómo encaran asuntos como este.
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