lunes, 21 de noviembre de 2011

EL DÍA DESPUÉS

Ni ha salido el sol, ni me han llamado para volver a trabajar ante tanto puesto sin cubrir, ni las bolsas han subido, ni la prima de riesgo ha bajado. Vaya por Dios, lo deben de haber dejado para mañana, tal vez porque hoy andan durmiendo la mona de anoche.
Leo un buen ramillete de reflexiones de todo tipo acerca de los resultados electorales y de sus consecuencias. Y me siguen poniendo en el mismo mal humor de casi siempre. De todo lo que escribe ese grupo tan abundante de periodistas de la derecha montaraz no tengo que hacer mucho caso porque hieden y uno prefiere algo de olorcillo agradable. Pero es que todos o casi todos terminan cayendo en la personalización de cualquier asunto, de tal manera que, para el caso presente, todo se nos va en Rajoy, en Zapatero o en Rubalcaba.
¿Dónde andan los principios? ¿Se han echado a dormir? ¿Acaso ya no existen? ¿Hay que apartarlos para quedarse solo con las imágenes personales y con las postales de la tormenta, sin fijarse en las causas de la lluvia?
No añadiré yo ninguna razón especial, pero sí quiero de nuevo reivindicar el lugar de las ideas. Y querría que el PSOE, y cualquiera otra formación, pensara en el valor y en la vigencia de sus principios, si es que tiene y defiende alguno, que, a veces, parece poco claro.
De todo lo que he visto, oído y leído, me quedo con unas palabras del Presidente del Gobierno saliente de hace unas horas: “Los ciudadanos, en democracia, siempre tienen razón, siempre aciertan”. Sé que seré políticamente incorrecto, pero este sapo yo no me lo trago. Quede como sabido el hecho de que nada hay que objetar a los resultados y a lo que los electores han querido, no faltaría más. Pero los ciudadanos tienen sus razones. Que no tienen por qué coincidir obligatoriamente con las mías. De hecho, si sumamos razones, numéricamente, son más las razones distintas a las del partido ganador que las de las gentes que lo apoyan.
Pero lo más importante es que, si no interpreto mal, parece el Presidente decir que las razones son la suma de los votos y nada más. Pues no, amiguito, pues no. Al voto se debería llegar desde la idea, desde la articulación de esa idea y desde la convicción. Y la idea, con su discusión y con su articulación, me puede llevar a mí a pensar que ahora luce el sol y a otra persona tal vez a creer que está oscuro. Y si, pasados los recuentos, sigo pensando que mi conclusión es la de que ahora luce el sol, yo no puedo tener la cobardía de anunciar que ahora está oscuro. Tengo, eso sí y sin reservas, que admitir la convivencia desde los votos de los demás, pero no puedo degradar mi posición y olvidarme de mis pensamientos. Si no es así, lo mejor es olvidarse de pensar, abrir oficinas electorales cuando lleguen fechas de votación -lo harán los ricos, por supuesto, que son los que pueden- y dedicarse a sobornar y a comprar votos hasta conseguir la suma suficiente que los convierta en verdad.
Esta mínima reflexión quiere advertir, por supuesto, de lo que puede suceder con el PSOE en los próximos tiempos. Si la social democracia y el humanismo se arrumban, que sea desde la reflexión y desde la confrontación de ideas; que no lo sea jamás por el empuje de los intereses particulares ni por los personalismos; que las ideas sigan en la base de las ideologías, de los sistemas y de los programas. Y que no nos coma la demagogia, el engaño y el oportunismo personalista.
Si la articulación ideológica pudiera resistir, tal vez se morirían de asco muchos periodistas, se irían a su casita muchos políticos de tres al cuarto, se esconderían muertos de vergüenza demasiados oportunistas de partido… Pero se pondrían bases sólidas para orientar con coraje a una comunidad. Y, si esta no las suscribe con sus votos, pues qué le vamos a hacer: a seguir reflexionando y a defender con coraje aquello en lo que se cree y aquellos principios de los que uno esté convencido.
Para todo esto, por supuesto, hay que defender ideas, no puestos políticos o administrativos. Y tal vez no sea del todo sencillo.

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