Es jueves y se acerca este fin de semana especial de elecciones y de decisiones de votos. La formalidad quiere que incluso se dedique una jornada a algo tan poco valorado y promocionado como es la reflexión. Como si uno no hubiera tenido tiempo de ver lo que sucede por el mundo y a qué blancos apuntan las opciones que, en este sistema tan curioso de representación y tan escasamente proporcional, nos hemos dado. El sistema anda viciado ya en sus formas, pero es en sus reglas en las que nos tenemos que mover.
Yo sí voy a votar. Confieso haberlo hecho siempre, aunque muchas veces me he quedado con ganas de no moverme de mi casa. Esta vez volveré a votar a la opción que me parece menos mala y que más se aproxima a mi forma de ver el mundo. Será, como en las demás ocasiones, a la izquierda.
Me gustaría que en mi voto fueran los deseos de poner como eje de toda actividad al ser humano en igualdad de condiciones; que sirviera para que nadie utilizara a la persona simplemente como un elemento más de la producción; que se entendiera como el deseo de hacer ver que, sin igualdad de oportunidades, todo lo demás es pura y espantosa mentira; que se sumara a todos los que aspiran a regirse por el entendimiento y la razón universales, y no por elementos extraños a esas cualidades humanas; me gustaría un socialismo humanista con el cuadro de valores que lo caracterizan; querría que se articulara una sociedad en la que la principal satisfacción no fuera la victoria en la lucha sino la ayuda en la paz, y no pienso especialmente en ninguna batalla con armas físicas sino en la actividad de cada día; me encontraría feliz si la visión del presente y del futuro apuntara a eliminar miedos y a invocar deseos de concordia universal; querría que se eliminaran de nuestras vidas los conceptos de pecado y de condena, de miedos y de zozobras; quiero sumar mi voto al de aquellos que aspiran a tener libertad para tener libertad y entienden el proceso vital como un camino en el que nadie se mide en solitario sino al lado de todos los demás y en su relación con ellos… Y quiero también proclamar que ninguna cualidad en el ser humano es superior a la de ser precisamente humano. Quiero saber muy poco de los que no parten de este principio y no vuelven a él como fin más hermoso y positivo de sus esfuerzos.
Y, como hay que aterrizar y mirar al día a día, quiero que estos principios anteriores se vean reflejados en el aire que respiramos y en las leyes que nos proporcionamos.
Ahora seré prosaico: Se producen en este momento más kilos de tomates, de arroz y de pan que hace cuatro años. Tenemos comida suficiente para no pasar necesidades. Parece evidente que lo que nos falla es el reparto, no la producción. Y creo que nos falla porque hay grupos impersonales (a veces sí tienen rostro y hasta feo) que dominan las posibilidades de toda la comunidad y la sacrifican a su antojo. Nos falla también porque, desde el día a día del ciudadano de a pie, nos sometemos gustosamente a ese sistema que nos aplasta después y en el que deseamos instalarnos egoístamente, en lugar de analizarlo e intentar, en su caso, cambiarlo. Pienso que falla el sistema y que fallamos casi todos nosotros.
A partir de ahí, todos los dramas humanos, el paro y los mercados, los fraudes y el absentismo, el comercio y la publicidad, los medios de comunicación y los engaños, el espectáculo y la sinrazón, el árbol que nos vela todo el bosque… Y el egoísmo, que acaso nos consume más que nunca y nos empuja al escapismo y al sálvese quien pueda.
Iré a la urna con la nariz tapada por otras muchas cosas: por la falta de democracia orgánica en los partidos, por la falta de capacidad en algunos candidatos, por no poder gritar que no se puede seguir hasta la eternidad con tanto conflicto territorial, por entender que ha habido falta de resolución ante algunos asuntos que tanto siguen favoreciendo a ciertos grupos esotéricos y que tanto atraso siguen sosteniendo en nuestra cultura, por tanta vanidad y ostentación en algo que nunca tiene que interpretarse si no es como servicio, por….
Parece que el pescado de la lonja tiene ya destino. Cada cual sabrá lo que hace y hacia dónde le lleva su reflexión, si es que la hace.
Yo llevo muchos años dándole vueltas al asunto. Y tengo muchas dudas. Pero también algunas certezas. Vale.
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