Invoco en esta noche a las palabras
con que decir el nombre de las cosas,
y llegan a mi lado mansamente,
con esa lentitud interminable
del discurrir sin causa de los días
que no saben la fe del calendario.
Estoy solo en la noche. No adivino
la distancia ni el tiempo que me aleja
de la llegada mágica del día.
Sé que hay otros lugares que no juegan
al solitario juego del olvido.
Habrá nubes que acaso se entretengan
mirando a las estrellas en el cielo
y cuerpos que se dejan satisfechos
en la última ternura de su roce
-acaso otros, en tanto, sienten frío
tras el muro infinito de las sábanas-;
tal vez algunos niños desafíen
las leyes del silencio
o, en el triste murmullo de la noche,
haya rumor de rabia en las esquinas
Estoy solo conmigo y las palabras,
sintiendo que su voz es mi consuelo,
el latido del mundo que me habita,
tan solo, tan distante, tan oscuro,
tan plural, tan cercano, tan diáfano.
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