jueves, 24 de noviembre de 2011

LA VIDA EN UNA CAJA DE SORPRESAS

Amanecen los días perezosos,
con sus hojas gastadas por el uso
de los fríos nocturnos. Se repiten
las mismas asechanzas escondidas
en el fugaz desliz de cada esquina.
Se reiteran los gestos que despiertan
del mundo de los sueños. Las palabras
siguen iguales ritmos de vacío.

En esos surcos grises y tediosos
de la monotonía
persigo el desconcierto
del efecto casual de la sorpresa,
la lucidez hermosa de lo inesperado
que me mantiene al margen
de lo que tiene cita con el tiempo
y caduca a la hora concertada
en las vulgares señas del reloj.
Una caricia al viento
de quien nunca había dado
señales oficiosas de su amabilidad,
la carta o la noticia de un suceso
perdido en la memoria del olvido,
los sugerentes ojos que suavizan
el ya tenue fulgor de mañana,
la lluvia sin motivo o la sonrisa
de un niño que camina
del brazo de cualquier desconocido.

Hay días que confunden
la vida en la costumbre,
la costumbre en la vida.

Cuando sucede eso,
me siento a suplicar, casi en silencio,
que llegue la sorpresa de la vida,
la vida en el valor de la sorpresa.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Yo me sumo al último parrafo.