TAMBIÉN LLORA EL OTOÑO, Y LA EDAD VIEJA
(Para Celestino, que anda entusiasmado
con el final de alguna sonata de Valle Inclán)
También llora el otoño, cual los dioses
que, olvidados de pronto por sus fieles,
se pierden en el templo y no adivinan
ni la presencia de sus sacerdotes.
No les sirve lo hermoso del silencio
pues solo son el rezo y la salmodia,
la sensación de fe de los creyentes,
el ápice del monte, la locura
de un afán que se muere sin remedio.
Susurra en mis cristales, enfadado,
el viento de la tarde,
de esta tarde de otoño que se aleja
llorando por la falta de cariño.
He mirado hacia el monte. Ya los robles
se desnudan, impúdicos, y miran
cómo se van de fiesta por la sierra
las hojas y los aires en un vuelo
que no pueden seguir. Y también lloran
desde su soledad y su desdicha.
La vieja edad también se queda sola,
como aprendiz de dioses, en silencio,
y solo algún recuerdo de otras tardes,
cunado todo era grito y alegría,
mantiene en sus oscuros pensamientos
una delgada luz y un hilo de esperanza.
Los dioses olvidados y el otoño,
cuajado ya de frío y de tristeza,
suplican a la vieja edad que encienda
alguna tibia hoguera en donde refugiarse
para pasar mejor el triste invierno.
Todos aguardan, en su cruel olvido,
“otro milagro de la primavera”.
5 comentarios:
¡Qué maravilla! Ya veo que es verdad lo que me cuenta Manolo sobre la fábrica de tus poemas. Se queda corto. Gracias por la dedicatoria. Si no te importa la extiendo a todo el grupo de lectura de Valle-Inclán
Un abrazo.
No solo él, también nosotros. ¡Qué buen regalo para Celestino, nuestro Pancho!
Y vamos a necesitar muchas hogueras, este invierno.
¡Que lindo este Regalo a Celestino, nuestro Pancho!
Saludos
Buenas noches, profesor Gutiérrez Turrión:
Creo que -además de Celestino- nos hemos entusiasmado todos, con esta lectura de Valle Inclán en la que nos ha embarcado el profesor Ojeda.
Precioso poema, lleno de imágenes de otoño. Claro, que usted lo tiene fácil, pues con esos paseos por los paisajes que fotografía Casadiego y los que contempla desde su terraza privilegiada, tiene que compenetrarse hasta con los robles.
He buscado un pequeño fuego en mi archivo, que procuraré no se me apague para mañana.
Saludos.
siempre esperamos el milagro de la primavera, en cualquier estación.
biquiños,
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