sábado, 18 de febrero de 2012

ESTE DOGMATISMO REALISTA DEL DINERO...


Los peperos se juntan en Sevilla para celebrar su congreso correspondiente pocos días después de que, en la misma ciudad, lo hiciera el PSOE. Son los dos partidos que recogen la mayoría de los votos de este país y sobre los que gira casi todo lo que de público hay en nuestras tierras y cielos patrios.
Sigo mucho menos el desarrollo del congreso del PP que el del PSOE, pero no hace falta dedicarle mucho tiempo para darse cuenta de que son totalmente distintos. En el de la izquierda se jugaban nombres y tendencias, en el de la derecha se juega solo si los cánticos dedicados al líder se oyen con mayor o menor estruendo. Ninguna divergencia cuando se está en el poder y no pocas cuando se ha mordido el polvo de la derrota en las urnas. Como si el único y último fin estuviera en ganar o perder elecciones. Pena, penita, pena.
El caso es que, por encima de estas fotografías tan de primer plano, se abren las panorámicas de la situación en la que se encuentra la población a la que supuestamente estos partidos representan.
Ahora mismo, y de manera creciente cada día que pasa, se nos sitúa en un estado llamado de realismo. Este realismo se basa en destacar la llamada mala herencia del Gobierno anterior y en apoyarse en ello para poner en marcha medidas de austeridad económica que nos llevan a un estado de desaliento y casi de miedo en el porvenir. Parece como si la realidad se hubiera constreñido y se hubiera hecho tan pequeña que ahora solo el ser humano tuviera la dimensión de la realidad económica. Cualquiera de nosotros no es, ahora mismo, otra cosa que una unidad económica que encaja mejor o peor en el modelo de cuentas y resultados. Como una máquina en una fábrica textil, exactamente igual. Cualquier otro elemento vital se supedita al económico o simplemente se anula. La posible posterior recuperación se fundamentará en la estructura económica y en la certeza de que las cuentas van a salir bien, cueste lo que cueste y quede quien quede por el camino, que no serán los más poderosos, por supuesto.
Este estado de supuesto realismo, jibarizado a lo económico, se ha ido procurando lentamente desde hace varios años por culpa de todos, pero en ello han tenido mucho que ver los medios de comunicación que, por convicción ideológica o por conveniencia económica, han martilleado día a día la conciencia de los receptores. Los medios de la derecha -que, en el fondo, son todos- saben de sobra a qué amo han estado sirviendo y cuántas ganas tenían de que el cambio político se produjera.
Buena parte de la izquierda se ve sin posibilidades de reacción ante este nuevo dogmatismo realista basado en la economía como pilar único y apenas sabe qué decir ni qué hacer salvo presentar una cara un poquitín más amable, pero mirando también al dinero como elemento del que dependiera toda nuestra salvación. Por este seguimiento masivo desde los “dos bandos” es por lo que podemos decir que estamos en un verdadero dogmatismo de lo económico. Como si la sociedad de mercado fuera la única existente y sus fuerzas fueran las únicas capacitadas para imponer sus leyes. Por cierto, ¿no podíamos rebozar en la frente de muchos que aquellas ideas de Marx se cumplen al pie de la letra?
Hasta no hace demasiado, algunos teníamos la sensación de que, desde la izquierda, vivíamos la sensación de aspirar a una sociedad mejor, precisamente porque queríamos dar valor a otras posibilidades del ser humano distintas del dinero. Si se entiende la simplificación, aspirábamos a  lo que se ha llamado la sociedad del bienestar y a aquello que pomposamente se llamaba cambiar la sociedad. Cualquiera puede entender que de ello formaban parte elementos muy diversos y distintos de los económicos; así las relaciones humanas, la participación, los derechos sociales, las conquistas ciudadanas… En definitiva, nos parecía que existía algo así como un proyecto común con derechos generales y compartidos. Era, en resumen, la ilusión la que ondeaba en lo alto de las banderas. Y era la ilusión de la comunidad, de la sociedad, del valor del ser humano.
Nos están matando la ilusión y el ilusionismo para dejarnos anclados en un rígido dogmatismo económico. Nos están haciendo tan pobres que solo nos queda cauce para pensar en el dinero. Somos simples unidades económicas. Nada más. Qué pobres.
No se ve en el horizonte una fuerza arrebatadora que ondee en su frente la bandera de la ilusión, que nos haga más ricos porque pensemos para el ser humano en algo más que el dinero. La tropa anda desmoralizada y los capitanes no encuentran la forma de ponerlos en pie de guerra. Pero la batalla volverá. No sé cuándo, pero volverá: no podemos seguir empobreciéndonos hasta la vileza de reducir todo a dinero. No.

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