lunes, 20 de febrero de 2012

QUE PALPITE LO HUMANO EN TODAS PARTES

 
Como esta ventanita anda siempre abierta y nadie pone orden en ella, a mí, que soy casi su dueño único, se me está permitido vaciar en ella lo que buenamente se me antoje. Por eso tal vez es conscientemente tan miscelánea y cabe en ella cadi todo. Ya he dejado escrito que no sé muy bien para quién escribo, salvo para mí mismo y -espero, para más tarde- para mis más allegados. Se han puesto ya aquí a airear muchos poemas, muchos. Tendrán tratamiento aparte pero ya andan volando antes solos y a la intemperie.
También de vez en cuando dejo caer alguna gota de especias que dé sabor teórico a mi labor. Lo hago con lo social y lo hago con lo literario.
No creo, por ejemplo, que sirva simplemente el hecho de situarse ante un papel o una pantalla para garabatear lo que vaya saliendo. Quiero decir que esto del oficio de creación tiene sus caminos, que nunca deberían ser estrechos, pero mucho menos inexistentes. Y tengo la sensación de que hay demasiado atrevido y espontáneo, al que aplaudo su osadía pero al que también me acerco con cautela no siendo que esa su cautela me sumerja en la tontería.
¿Puede ser cualquier cosa objeto de tratamiento literario, y específicamente poético? Aparentemente sí, por supuesto. Aparentemente. Es bueno recordar que la Historia nos enseña que hay prevenciones y recortes en cada época. Por ejemplo, se estudia -y se comprueba- que el Barroco elevó a la altura literaria elementos que hasta entonces estaban en el índice de lo prohibido, fundamentalmente elementos malsonantes, escatológicos y de crítica. Los propios movimientos literarios se organizan también según los temas y el predominio de las formas de un cariz o de otro.
En este sentido, se suele afirmar que las últimas décadas del siglo pasado y la primera de este se caracterizan precisamente por no visualizar ningún tema ni ninguna forma como predominantes.
Ábrase, pues, el brazo y la mente a la hora de escribir; apacígüense los prejuicios; rómpanse los tabús que tanto encorsetan… Pero, por favor, hágase con altura de miras y con el ánimo de que crear significa seleccionar posibilidades y elegir constantemente. Cualquier tema vale (al fin, nadie sabe hablar de otra cosa que de variedades de la vida, la muerte o el amor) pero no cualquier manera de mirarlos a la cara. Para empezar, hay tal vez que mirarlos a la cara siempre, es decir, incorporar el elemento humano y humanizador como fuerza que tensiona y da sentido a los elementos de descripción y de diálogo. Una tarde existe y es hermosa en sus componentes naturales, pero si un ser la humaniza y la comparte, la siente y la goza, la sufre o la rechaza, la ve venir para quedarse en ella o la descubre pasajera y huidiza, esa tarde será ya otra más densa y más hermosa, más humana y más digna no solo de ser contemplada sino de ser domada e incorporada a la vida del creador o del lector. Solo entonces es cuando yo entiendo la labor del creador y su gozo o sufrimiento final. Ese es el cóctel que me gusta y que me embriaga. Sin esa gotita de ron reflexivo, todo se me va en nada y se me esfuma sin encontrar razones suficientes para seguir buscando.
A ver si me sirve este ejemplo que tomo casi al azar. El tercero de los poemas del libro SOLEDADES, de don Antonio Machado (siempre DON, por favor) es tan breve como intenso. Aquí está:
 “La plaza y los naranjos encendidos
con sus frutas redondas y risueñas.
Tumulto de pequeños colegiales
que, al salir en desorden de la escuela,
llenan el aire de la plaza en sombra
con la algazara de sus voces nuevas.
¡Alegría infantil en los rincones
de las ciudades muertas!...
¡Y algo de nuestro ayer, que todavía
vemos vagar por estas calles viejas!”
He elegido el poema al azar y ya me vienen a la mente otros que tal vez ejemplifican aún mejor lo que digo, pero ¿no queda clarísimo? ¿A que hay una tarde pero, ante todo, es una tarde humana y más densa?

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