Cuando intento explicar el indicador de tiempo en el verbo y sus valores, siempre advierto de que nos adentramos en un terreno muy pantanoso porque afloran inmediatamente variables de tipo filosófico que, en el fondo, son las que vienen a justificar las expresiones formales y todo ese modelo que inventamos cada día para procurar asir la realidad y sobrevivir sin perecer en el intento.
Cada edad tiene su medida específica del tiempo y cada persona y situación también.
Mi nieta Sara, de momento, solo vive el presente porque para ella aún no existen otras posibilidades. Me doy cuenta más ahora porque empieza a estirar ese tiempo y a alcanzar algún atisbo de que hay otras posibilidades. Si la llamamos por teléfono y le decimos que el fin de semana siguiente iremos a verla, ella no entiende que han de pasar unos días antes de que eso suceda. Todo lo fía al presente y al momento en el que habla. Por eso responde de esta manera: “Tú vienes a la puerta y yo bajo y te veo”. Algún día ha soltado alguna lágrima cuando un momento después no estamos allí para que nos vea.
Sara no tiene más que presente. Yo tengo ya demasiado pasado. En cuanto ella empiece a darse cuenta, verá que le queda todo el futuro por delante.
Tal vez el egoísmo también esté asociado con la división temporal. Acaso por ello los niños sean esos absolutos y maravillosos egoístas que no viven más que del presente y de su yo, pero que lo hacen con una candidez digna de las mejores recompensas. Seguramente por eso el ser humano, cuando llega cierta edad, posee la capacidad para alzar la vista y tener una visión panorámica y un poco más objetiva. Quizás por lo mismo, cuando una persona alcanza una edad avanzada, tiende otra vez a volverse sobre sí misma y a ser otro adorable egoísta.
El ser humano trae a la vida su propia medida del tiempo y poco más. Y esa medida la va desperdigando según le van marcando su biología y su contexto. Tratar de alcanzar, desde esta evidencia, verdades duraderas y absolutas no resulta tarea sencilla. Si intentamos comparar el tiempo biológico con el tiempo geológico o de evolución, entonces nos perdemos por completo y podemos desvariar notablemente.
No es fácil conjugar ambas visiones porque todo lo queremos sujetar con nuestras escasas y cortas posibilidades, o sea, desde la visión biológica: al cabo, no somos más que una pequeña mota en el desarrollo de la evolución que, casi por casualidad, se ha hecho presente en el tiempo por un momento.
Si, además de todo esto, queremos conjugar verdades de tipo eterno y en contexto religioso, lo mejor es que nos armemos con paciencia para no desbarrar del todo y para no caer en el ridículo más espantoso. Es tan frecuente este ridículo… Y tan insultante…
Que mi nieta disfrute del presente y se coma el mundo en un bocado, que sepa que todo le pertenece y todo está a sus órdenes. No le queda mucho para entender que no es realmente así. Tendrá que empezar a tejer una red de relaciones con el tiempo y a enlazar causas y consecuencias hasta sostenerse dignamente en su camino. Ojalá que tenga suerte.
1 comentario:
Es cierto....ya empiezo a tener hambre de presente...¡puñetera edad!.
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