Esta mañana me llamó algún funcionario del Ayuntamiento para pedirme una breve biografía. Parece que van a poner un punto de exposición o de lectura para el día del libro y quieren exponer obras de autores de Béjar. Le dije que tomara de la solapa de algún libro y con eso era suficiente, aunque no estuviera muy actualizada. Con dar una breve noticia creo que es bastante: lo importante son las páginas, no la presentación. Le agradecí la llamada y le sugerí que había que tener en la biblioteca pública municipal todas las publicaciones que se dan a la luz en esta estrecha ciudad, para que el interesado tenga noticias fácilmente de su existencia y para animar a los posibles creadores.
Enseguida me di a la lectura de unas memorias autobiográficas de un personaje bejarano fallecido hace algunos años que cedió las mismas a una institución a la que hacía heredero de todos los derechos que devengaran cuantas ediciones se hicieran de las mismas. No puedo dar más datos ni reproducir literalmente el tono encomiástico que de sí mismo utiliza en su donación. Mayor que si se tratara de algún premio nobel. No puedo ser más explícito.
Conocí al personaje y no tenía ninguna buena impresión de él. Enseguida se confirmaron mis sospechas. Qué barbaridad. Ni forma, ni fondo, ni nada de nada. Se trata de una persona que encuadro en un grupo -creo que desgraciadamente bastante numeroso por estos pagos en años pasados- que en sus vitrinas conservan como trofeos las más tontas retrancas de juventud y las más insípidas conculcaciones de las leyes, sobre todo de aquellas que apuntan a los asuntos sexuales, más soñados que vividos. Añaden, además, un exhibicionismo tan imbécil como falto de crédito. Cualquier desliz fue una orgía perpetua; cualquier saludo a un famosete fue una amistad duradera; cualquier broma de mal gusto fue un acontecimiento social. Por si fuera poco, no conocen prácticamente nada ni de formas de escritura, ni de coherencia ni de cohesión, ni de nada.
Bueno, pues a hacer ofrecimientos y a perdonar la vida con sus escasas páginas, como si de una obra inmortal se tratara.
Un caso solo muy poco importa. Desgraciadamente conozco más. Y lo que es peor, sospecho que a otro grupo mayor de personas este cúmulo de despropósitos le hace gracia. Menos mal que a nadie se le ha ocurrido intentar siquiera la publicación. Qué escala de valores se adivina en las páginas y en los protagonistas. Esto sí que empobrece a una comunidad. Qué pena.
Espero que lo que vaya a exponer el Ayuntamiento sea mejor que lo que yo he leído esta tarde.
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