Pero, si el dolor y el llanto son inevitables y fuente de la vida, tampoco es menos necesaria la RISA y su expresión física y anímica.
De entre tantos programas como se emiten por las televisiones, los que me atraen con menor esfuerzo son aquellos en los que la risa se intenta provocar. Reírse supone emocionalmente distenderse y racionalmente situarte por un rato en unos parámetros inesperados.
Cualquier tipo de risa tiene su origen en una disparidad entre conceptos o entre realidades. En nuestro discurrir diario, asociamos normalmente un signo con un significado. Cuando esa asociación entre un concepto y el objeto al que aspira a representar se sale de lo esperado, provoca en nosotros una atracción especial, un descolocamiento y, con frecuencia, según el grado de esa disparidad, una sonrisa o una carcajada.
A poco que nos demos cuenta, el proceso es el mismo que se produce en la creación poética en la que el creador consigue asociaciones de palabras, de imágenes y de conceptos inesperados y raros. Por eso nos llama la atención y nos conmueve. En general, esta asociación rara y especial entre elementos se produce en cualquier rama del arte. Semejante disparidad está en el origen de la creación artística, sea esta del tipo que sea.
¿Significa esto que la risa es un arte? No tiene por qué, pero bastantes elementos comparte con él. Algún elemento más hay que añadir para llegar al arte: aquellos que tienen que ver con la distribución y la frecuencia y la intención de esos elementos dispares que se relacionan.
¿Por qué decimos de una persona que es capaz de provocar la risa en nosotros con facilidad algo así como “qué arte tiene”? Pues por lo que venimos diciendo, por la facilidad en llevar a la palabra, al gesto o a cualquier otra forma de expresión esa disparidad y extravagancia. Nuestra expresión física en la risa se produce por lo inesperado de esa asociación entre conceptos o entre objetos. El ser contrario es el aparentemente más serio y circunspecto, el que supedita todo a la racionalidad y al intelecto.
La risa se manifiesta a partir de las palabras o a partir de los actos. La literatura, por ejemplo, solo lo hace a partir de la palabra. Si uno revisa un concepto tan básico en la creación literaria como el de metáfora, entenderá inmediatamente lo que se ha dicho en las líneas anteriores. Si echamos a andar nuestra imaginación para recordar cualquier situación pasada que nos haya provocado risa, reconocerá este sencillo proceso con facilidad.
Después vienen las múltiples variantes, tanto en la sonrisa como en la creación. Por ejemplo, la risa se puede provocar con la asociación mostrenca e hiperrealista de los conceptos o de las situaciones. Entonces estaremos en el campo del humor absurdo o del teatro del mismo nombre. Es solo una de las casi infinitas variantes. O estaremos asistiendo, según los casos a la preponderancia de ideas ingeniosas o de acciones extravagantes. O incluso al triste espectáculo de la pedantería, que ya seguramente no nos provoque tanta risa, aunque este concepto merecería muchos matices para no dar todo el campo a la ignorancia y a la falsa llaneza.
Como todo esto de la risa pertenece más al terreno de la razón -aunque sea para romper los parámetros normales de la realidad o para sobreabundarlos-, entiéndase que no guarda demasiado en común con la emoción y con la intuición; si acaso, con el ingenio, que, claramente es otra cosa. Los chistes y las situaciones de risa nos desfondan incluso físicamente; otras situaciones que nos producen emoción nos empujan más al silencio y al interior.
Como de todo tiene que vivir el ser humano, venga la risa cuando quiera para pasmarnos con sus excentricidades o con sus mostrencas realidades del absurdo. Su nivel nunca podrá ser el de la emoción ni, si se me permite, el de la tristeza o el llanto, pero también nos ocupa como seres humanos que necesitan relajarse y que, por vía de desmitificación, también pueden volver a la senda de la intuición y de la esencia contemplativa de las cosas. Aunque solo sean unos cuantos chistes de Lepe.
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