Si la paz se fabricara
con plumas y con palabras,
con causas y consecuencias,
no con odios ni con armas…
qué bien que hubierais vencido
en el campo de batalla.
Si el poder del ser humano
en sí mismo se cifrara
y fuera el valor más alto
el de la conciencia humana,
si aquel decidido impulso
con el mal no se encontrara…
qué bien hubierais vencido
en el campo de batalla.
Si el espíritu encendido
de aquellos seres obraba
el mejor milagro humano
que la enseñanza esperaba,
¿por qué poderes ocultos
desangraron su alborada?,
si las malvadas pasiones
que agazapadas andaban
no se hubieran desbordado
en crecida desbocada,
si todo aquel fuego hermoso
que en hogueras crepitaba
se hubiera tornado en brasas
de amor y de confianza,
si las fuerzas de Caín
contra Abel no se tornaran,
si los mejores instintos
que las manos amasaban
se hubieran echado en besos
y no en peleas malvadas,
si la res publica a todos
por igual interesara,
si el ser humano a otro hermano
como hermano lo mirara…
qué bien hubierais vencido
en el campo de batalla.
Nunca el tiempo dijo nunca
por estas tierras de España
y otros catorces de abril
por sus valles y montañas,
por sus ciudades y pueblos,
como enseña de esperanza,
como enseña de esperanza,
como luz de primavera,
en sus entrañas aguarda.
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