viernes, 6 de abril de 2012

UN BUEN RECUERDO


Ayer me mojé entero y satisfecho, por los hondos caminos del río y de la sierra. Después, en Candelario, bajo un porche, comí mis buenos dulces y bebí mi mejor vino. Manolo siempre lleva buenas cosas. Allí, bajo un chaparrón de lluvia y de alegría, sentí que era otra vez la primavera, la de verdad, la buena. El agua era la dueña de las cosas. Recordé que en el hermoso pueblo de Candelario acostumbran a representar una pasión viviente en estos días. Y recordé también que hace algunos años publiqué un poema como recuerdo de mi visita a tal representación. Manolo me pidió que lo subiera al blog. Aquí está. Era tal día como hoy. La naturaleza que nos acogía también era muy semejante.
VIERNES SANTO EN CANDELARIO
Cómo te desplomabas desde el cielo,
Cuesta de la Romana, Candelario,
Vía Crucis viviente, Viernes Santo.

A duras penas descendía el cortejo
con nuestra cruz a cuestas,
en ese simulacro de escalera,
hacia el Gólgota humano,
donde exponer sin tasa ni pudores
las humanas miserias
delante de los ojos de las cámaras
y la mirada mórbida
de los espectadores de la calle.

Todo el mundo escudriña los detalles
que hacen de aquel calvario una secuencia
de dolor y abandono:
la madre inconsolable con su hijo,
las mujeres llorando,
el cirineo a sueldo
de solidaridad.

En lo alto de la Cuesta,
tres cruces y una madre nos miraban
a todos, forasteros
del drama de la muerte y de la vida.

Yo he visto, en el fondo de los ojos
de la mujer serrana,
la mirada infinita y turbadora
de la Pietà di Roma,
trasladada ex profeso a Candelario
para cegar mi mente y provocarme
lo más intenso que soñar pudiera.

Viernes Santo en la sierra.
Nevaba tiernamente desde el cielo
mientras a duras penas
el cortejo, con sus pasos
serenos y distantes,
aumentaba el calor de mis miserias
de espectador imbécil
en el transcurso rítmico del tiempo.

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