sábado, 28 de abril de 2012

TUMBAR Y TUMBARSE


Abro mi ordenador después de ver un rato la tele -me siguen emocionando algunas películas españolas despreciadas por tanta gente (en lo que me siguen emocionando, no en su esquema simplón y exagerado)- y me encuentro en pantalla este titular: “Nada TUMBA  a Gloria Trevi”. Ni sé quién es -ni me interesa- la tal Gloria Trevi. Miro su foto y no tiene mal aspecto, por decirlo con una frase eufemística.
Otra vez el verbo TUMBAR a escena. En las últimas semanas, lo escucho casi a diario y aseguro, y apuesto cualquier cosa en ello, que se extenderá como las plagas de Egipto en muy poco tiempo. El vehículo es el de los medios de comunicación, como casi siempre; en este caso, desde el apartado deportivo: “El equipo A ha tumbado al equipo B…”. Un filólogo fino bien puede hacer un trabajo fin de carrera con ese término pues le puede seguir la pista en directo.
Hasta ahora, que yo sepa, el término TUMBAR solo se utilizaba en contextos físicos para, como aparece en la primera acepción del DRAE, “Hacer caer o derribar a alguien o algo”. De este modo, se tumba a un boxeador en un combate o un árbol en el Regajo. Y, si nos ponemos exquisitos, cualquiera actualizará connotaciones sexuales en frases con este verbo, ¿o no? En su forma pronominal no admite de momento más que la posibilidad de ejercer sobre uno mismo ese cambio de postura física desde la vertical a la horizontal. En fin, no necesito ser más explícito.
Solo en su sexta acepción aparece, como con la boca chica y escondido, este significado: “coloq. Eliminar a alguien en una prueba”.
Pues nada, a su servicio y lo que usted diga, señor periodista. Pero es que de ninguna manera me salen las cuentas. Ni siquiera  es precisa en la insistencia de dar categoría  general a cualquier coloquialismo, que ya es decir, pues, cuando un equipo “tumba” a otro, o sea, le gana un partido, no lo elimina de la prueba. La mejor señal es que los dos siguen jugando en la competición.
Cuando me adentro en las acepciones de toda la vida, o sea, las físicas y sexuales, entonces la imaginación me pierde, o se pierde, y, si aplico los criterios de razón, esos que deberían regir nuestra convivencia, entonces puedo soltar una serie interminable de improperios con destino bien definido en la cara de muchos periodistas.
Así que “Nada tumba a Gloria Trevi”. Pues ella y el otro o la otra que se lo pierden, porque un buen revolcón en tiempo y forma es de lo más saludable y de lo que más calma el ansia vital del ser humano, de cualquiera, incluso del obispo de Alcalá. Aunque, ahora que lo pienso, es mejor sin tiempo ni formas.
El asunto, naturalmente, tiene como fondo esa ligereza que poseen algunas mentes para darle a la lengua y sentar cátedra desde la ignorancia más absoluta y desde la falta de pudor más evidente. Hasta ahora, para el mundo deportivo, los periodistas se hacían dueños de la terminología guerrera y utilizaban el término VENCER para estos casos. Se pueden aducir ejemplos a centenares de esa apropiación. Con esta terminología guerrera se movían a sus anchas y mantenían la tensión de una lucha continua entre los equipos y entre los aficionados. Este nivel de tensión guerrera ha demostrado que vende muchísimo. Que se lo pregunten, si no, al As o al Marca. Ahora parece que se animan a hacerse dueños de las palabras del mundo sexual, y de VENCER estamos pasando a TUMBAR.
En fin, será el signo de los tiempos. Coño, que sea, pero que no marquen el ritmo los más tontos de la clase. Y cuidado con las orgías en campos muy grandes porque puede ser más llamativo que lo de Sodoma y Gomorra.

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