Y, PORQUE ESPERO, CANTO
El Fondo Monetario,
ese que distribuye las crisis planetarias,
nos conmina a morir a plazo fijo
pues ha echado las cuentas y descubre
-cráneo privilegiado- que no es bueno
que se alargue la vida: vivir mucho
distorsiona la paz de los mercados.
Por eso es conveniente y necesario
que detraigamos pronto de las nóminas
-o incluso del ahorro en la entidad bancaria-
lo que sea obligatorio
para un plan decoroso de pensiones.
Por lo demás, se harán nuevas reformas
en gastos sanitarios
y habrá que pagar pronto las recetas
que nos prescriba el médico.
¿Pero a quién se le ocurre hacerle frente
a lo que dicta la naturaleza?
“Hay que evitar el riesgo
de que la gente viva más de lo esperado.”
Se suprimen inútiles ayudas
a innecesarias leyes de la Dependencia,
se eliminan rebajas en viajes
y se invita a pensar en que la vida
es estar a la espera
de una eterna y feliz resurrección.
Al fin y al cabo vamos todos juntos
al encuentro seráfico del Padre.
Así que sed felices, batid palmas
y haced números pronto
los ricos y los pobres de este mundo.
Que a nadie se le ocurra
echarse nuevas cuentas
y sentirse más dueño de la tierra,
hermano de los hombres que trabajan,
que aman y que sufren
desde el mismo momento luminoso
en que se dan al tiempo y al espacio.
Que ninguno proclame en voz más alta
que la tierra nos da sus alimentos
igual que hace unos años nos los daba,
que el sol nos da calor y el cielo el agua.
Así, sin más niveles de exigencia
que los de ser sencillamente hombres.
En fin, que hay suficiente si las cuentas
no tienen por contable
a la siniestra faz de los mercados.
Y que hay seres que viven y que esperan
y, “porque esperan, cantan”
en versos que se abrazan
con los cuerpos de todos
los que sufren y aman.
Es grito que proclamo hoy, aquí, en Béjar,
siendo trece de abril, a diecisiete
horas y diez de dos mil doce.
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