miércoles, 2 de enero de 2013

CONSUMIR Y DERROCHAR

                  
¿Y qué me pido yo para los Reyes? O, por alzar la vista, ¿qué lista hago para todo el 2013? Si el caso es que lo pienso y soy muy rico. Veamos: tengo casa donde vivo seguro al calorcito, puedo comer varias veces al día, miro en mi armario y me sobra ropa para vestir y no pasar frío, mantengo un alto grado de curiosidad por conocer cosas nuevas, cumplo incluso con el gusanillo de la expresión escrita, vivo en una familia a la que quiero y me parece que me quieren. ¿Qué más puedo pedir? ¡Pero si incluso ahorro, creo que no tanto por el afán de hacerlo como por la desidia de no sentir la necesidad de gastar y consumir!
Y, sin embargo…
Aprendí hace muchos años que nada hay completo y que el ser humano no puede ser feliz si su historia y la de los que lo rodean no cumple ciertas exigencias. Es muy verdad que el hombre es su historia y que la sociedad es el cruce de una inmensidad de historias. Y ese tejido lo veo poco apropiado para el frío pues solo de mirarlo en el escaparate me dan vértigos y me pongo  tiritar.
Me vale cualquier ejemplo, y son muchos, por desgracia. Sea el más acuciante, el de la supervivencia, aquel que viene a dar certeza a aquello de primum vivere, deinde philosophare.
¿Para qué hablar de otras cosas si esto apabulla  por sus dimensiones y por su inmediatez? Aunque la práctica indica que lo miramos como miramos la lluvia que descarga en el océano.
Otra vez los datos: En Europa se tira la mitad de los alimentos, el 50%, un pan de cada dos, un filete de cada dos, media docena de cada docena, un yogur de cada dos, un plato de alubias de cada dos, un chorizo de cada dos, una merluza de cada dos, una riquísima ensalada de cada dos, media docena de huevos de cada docena… ¡!!UNO DE CADA DOS!!!  La comida se queda en los campos sin recoger por falta de rentabilidad, se pierde en la cadena de alimentos, se despilfarra en los restaurantes donde cada cual exige lo exclusivo, o termina en los contenedores, en los cuales, muchas veces, no se puede oler si no se quiere uno buscar una buena multa.
Algunos hemos tratado de razonar muchas veces, desde la simpleza, ante esta llamada crisis que sufrimos: ¿Se produce ahora más harina y más pan que hace pongamos cinco años? Sí, ¿Se recolecta más arroz que hace cinco años? Por supuesto. ¿Se engordan más animales para carne y leche que hace cinco años? Evidentemente ¿Se cultivan y se recolectan más tomates y frutas que hace cinco años? Por supuesto. Solo una pregunta más: ¿Se puede vivir con pan, arroz, carne, leche, tomates y frutos? No hay duda.
Entonces, buen amigo, aquí no falla la producción; lo que está fallando es la distribución. Estoy dispuesto a dejarme convencer de lo contrario, pero no veo la forma de argumentar de otra manera. Para apabullar aún más, habrá que recordar que hoy se producen alimentos por tres veces más que hace cincuenta años; la población mundial solo se ha multiplicado por dos, aunque no es poco.
Si fuera verdad que lo que realmente falla es la distribución, no sería extraño que alguien se animara a pensar qué sistema social nos hemos dado que permite que tanto se quede por el camino. Cada cual lo puede hacer desde su sesera y desde su interés por el asunto. Ahí están los mercadillos al lado de las grandes superficies, los pequeños comercios cerca de los grandes almacenes, las exigencias del fuerte y las humillaciones del pequeño productor, el Corte Inglés frente a una pequeña fábrica a la que le compra -vaya usted a imaginar cómo- toda su producción, los cultivos ecológicos frente a las grandes extensiones con química a todo pasto, las deslocalizaciones a lugares donde es más fácil la explotación… Y lo que cada uno quiera mirar. Si es que no es nada difícil; si es que para esto no hay que ser ni economista ni coños que lo fundó.
Tal vez cada uno a su manera y a su forma llegará a conclusión de que al alimento lo hemos convertido en un simple elemento más de mercado y que lo que interesa es solamente el movimiento de esa unidad de mercado. Lo demás nada importa; todo está al servicio de la cuenta de resultados de las grandes compañías, que mueven mercados, economías y -lo que es infinitamente más rechazable- voluntades a su antojo.
Los demás no somos más que unos guiacarritos en el supermercado que aplaudimos con las orejas la oferta de turno y pagamos en caja lo que nos pide la cajera. A lo mejor no es hacer demasiado para cambiar esta situación. Tal vez hasta se nos pueda calificar de cómplices de todo este desaguisado. Uffffffffffffffffffffff.

2 comentarios:

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, profesor Gutiérrez Turrión:
Feliz Año Nuevo 2013

Como he estado mirando mi libro de Pío Baroja 'El árbol de la ciencia'
de Alianza Editorial, copio lo que tengo anotado en la pág.96:
[...]"ante la vida no hay más que dos soluciones prácticas para el hombre sereno: o la abstención y la contemplación indiferente de todo, o la acción limitándose a un círculo pequeño."

Saludos.

Antonio dijo...

Gracias, PENÉLOPE-GELU, por tu indicación. Conozco bien ese libro de Baroja y, efectivamente, encierra todo un sistema filósófico en sus páginas.
Un abrazo.
Antonio.