NÓMADAS DE LA LEY Y DEL ESPANTO
Habitaban el mundo en las esquinas
oscuras y con lodos, cenagosas
del llanto de los cielos en invierno:
navajas, mocos, cielos blanqueados
en el sombrío fondo de sus noches
De pronto los pusieron en el borde
de otro lugar un poco menos trágico.
Las nuevas circunstancias (consecuencia
de unos perversos ciclos económicos
y de herencias abyectas,
decían incesantes los medios en sus páginas)
hacían aconsejables esos cambios
para mejor ajuste del sistema.
Después llegó de nuevo un mal invierno
con fríos a destiempo y nieves sucias.
No era lugar exacto el que ocupaban
al lado de lo limpio de otras calles
pulidas y con luces en la noche.
Se les buscó otro sitio más lento y solitario,
allende las llanuras y montañas,
muy cerca ya del fin del horizonte.
(Hay que evitar contrastes que mancillan
la marca de la casa
y estropean el fin que se persigue).
De tanto caminar sin rumbo exacto
perdieron la medida y la distancia,
se asomaron al vértigo del tiempo
y solo descubrieron el espanto
del inmenso océano.
Nadie conoce ya la forma cierta
de buscar nuevo asiento a tanto nómada.
Son niños y son pobres, son proyectos
de vida que quedaron fracturados
en medio del camino y ahora temen
las negras perspectivas del abismo.
A lo lejos, en dirección contraria,
brillan las limpias luces y los collares altos,
se desdibuja el tiempo entre las formas
de lujo y de pasión, .
Ladrones impolutos y lacados
con cánceres internos terminales.
La vida en un festín de carroñeros
y víctimas resumen de despojos,
cuajados entre fórmulas legales.
El sol sale y se pone, las estrellas
sonríen en el cielo.
“El mundo está bien hecho”. Los cojones.
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