Dicen y no paran de decir que alguien le ha hecho una entrevista al rey. Es que no paran. No podemos olvidar que esta es la tierra de María y la tierra de los milagros. En algunos sitios hasta se estipuló fecha semanal para eso de los prodigios. Yo lo vi en aquella estupenda peli llamada “Los jueves, milagro”.
Ni sé cómo se le puede hacer una entrevista según a qué rey porque eso exige preguntas y respuestas, y, con perdón, estas últimas hay que articularlas al menos. Y esto no es sencillo siempre.
No vi la entrevista. Ni falta que me hace, con perdón. No siento ni la más mínima desazón por esa infinita pérdida. Vaya por dios. Dicen que fue seguida por opiniones de veinticinco personas de la quinta del rey. Mira por dónde, tal vez cuatro o cinco de estas sí que me hubiera gustado escucharlas.
Después he visto y oído opiniones casi siempre en el sentido negativo, tanto para el presentador como para el entrevistado. ¿Pero qué podían esperar? Ni por presencia ni por sustancia, ni por potencia ni por acto, ni por forma ni por contenido. Hagamos el esfuerzo de obviar capacidades fónicas, expresivas o argumentales del entrevistado, que estamos en época de reyes. Vengamos a lo de ayer, cómo en un punto se es ido e acabado.
¿Pero es que nadie sabe qué quiere decir una monarquía parlamentaria? ¿Nadie sabe leer eso de que el rey reina pero no gobierna? O sea, que el hombre está sencillamente para lo que le digan, en un cóctel extraño que no sabe ni a chicha ni a limoná, a un andar por ahí de elefante en elefante y de foto en foto con la multitud a cuestas.
Por si fuera poco, encima me le montan eso de la pascua militar, me lo visten con un traje ornado de medallas tan pesado que hasta me lo tienen que sentar, y los de la extrema derecha aprovechan la imagen para recordarle que es el jefe de los jefes y que, como tal, tiene que ponerse a dar órdenes y a tirar tiros si hace falta. El ministro lo remató mejor que Marcelino en el gol a Rusia con aquello de que los ejércitos están preparados y no responden a ninguna provocación. Como casi siempre, haciendo amigos o hablando para analfabetos.
Mira por dónde, creo que en este caso le voy a dar la razón al rey. Mejor estar calladito y no salir de eso de que seáis buenos, de que hay que trabajar unidos y de que el futuro será mejor. ¿Pero qué otra cosa va a decir el buen hombre? Y que no me entere yo que se sale de ese guion de secundario. El asunto y el cargo no dan para más. Bueno, luego ya está todo eso del Hola, de los balcones, de los bastones de mando, de los viajes especiales, de las habladurías de todo tipo referidas a los borbones(que la gente es que se va del pico con mucha facilidad) y del desparrame general. Que, si lo pensamos despacio, no es poca cosa.
Por lo demás, ya se sabe, es cosa de Navidad y de que tanto los padres de la patria como los que se llaman periodistas investigadores (que aquí cualquiera se bautiza como le da la gana y sin cura ni abuela) andan ocupados en sus quehaceres y no dan de comer otra cosa al ganado.
Pero mañana volvemos a la anormalidad normalizada de cada día y no se harán tan visibles estos casos individuales de reyes, carromeros, ratos, fabras, baltares y, con perdón, la madre que los trajo al mundo a todos. En este país estamos hechos a lo que haga falta y, como nos lo quiten, vamos a tener mono de tanta sinrazón.
Así que, por favor, las rebajas y la cuesta de enero. Y que siga la charanga y la pandereta, que todos bailaremos y jalearemos este baile continuo.
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