lunes, 13 de enero de 2014

¿SALGA EL SOL POR ANTEQUERA?

    
Cuando se explica en clases cualquier lengua, es frecuente que surja alguna pregunta similar a esta: “¿Para qué estudiar una lengua si hay mucha gente que no para de hablar en cualquier sitio y nunca ha estudiado el idioma que usa?”. Por supuesto que, en no pocas ocasiones, es el profesor el que provoca tal cuestión. Si lo sabré yo… Lo suele hacer para dar a entender que una cosa es el uso y otra bien distinta es la descripción del sistema, y algo mucho más diferente aún la reflexión que sobre ese sistema se realice. Son niveles tan diferentes, que solo de su entendimiento se infiere la necesidad de acudir al segundo y al tercero de ellos.
En el tercero se descubre, por ejemplo, por qué se han cifrado usos y frases hechas, modismos o clichés; y se hace patente el hecho esencial de que una lengua  no es más, pero tampoco menos, que la forma de ver el mundo una comunidad. El vuelco y el cambio de la historia de esa comunidad se vacía también en la lengua y en sus usos, hasta el punto de darnos la imagen de la lengua como un organismo vivo cualquiera, que nace, crece, se reproduce, y en un día como tantos desaparece o se diluye en otra lengua nueva. A pesar de todos los nacionalismos habidos y por haber.
De esa especie de fotografía que son los dichos, podemos extraer elementos sociales, costumbres, escalas de valores y formas especiales de cada lengua y de cada comunidad que no son fácilmente traducibles a otras comunidades ni a otras lenguas, a no ser que reproduzcan a su vez iguales o similares costumbres o escalas. Después, con el tiempo, el uso de esas frases hechas también van cambiando sus matices significativos y olvidan el origen curioso o específico. Dicen que la distancia es el olvido y acaso sea verdad…
Detenerse de vez en cuando en alguno de ellos es no solo curiosidad lingüística o histórica, sino también reconocimiento y certeza de que el tiempo pasa (que es lo que siempre pasa), de que todos cambiamos y de que, a pesar de todo, hay elementos que se resisten y que quedan clavados en la piedra y expuestos a la intemperie, pero rocosos y fuertes.
Casi al azar tomo uno de ellos: “Salga el sol por Antequera.” Creo que mantiene su vigencia con dignidad y su uso es bastante frecuente. Lo utilizamos para expresar algo así como que “pase lo que tenga que pasar.” Y lo utilizamos en situaciones en las que no tenemos la solución muy segura y nos sometemos a inciertas posibilidades. A veces muestra el empeño en algo, a pesar de que una solución lógica no es la que nosotros desearíamos. Hasta ahí la descripción del significado. Ya se notará que, lingüísticamente, no se entendería sin una proposición principal delante a la que se subordina. Pero vengamos a lo que nos interesa ahora.
Tal vez lo que más curiosidad nos suscita es el origen del dicho. ¿Por qué el sol y por qué Antequera? Qué salto significativo desde un lugar tan concreto hasta el uso en cualquier situación, que ya no recuerda a Antequera ni en sueños… Parece que el origen histórico y geográfico apunta a las guerras de Granada, nada menos que allá por los finales del s XV. Desconozco la situación exacta de los campamentos y de las tropas en el momento de anotar la salida del sol por este lugar concreto, y tampoco sé si esa salida era contra natura o desde lugar natural para los campamentos. Sí sé que, alguna vez, cuando voy a Málaga a ver a mis amigos, o vuelvo de regreso, la salida del sol me pilla casi de sorpresa por los altos de los montes de Antequera. Cuando remonta los peñascos, ya tiene poder para inundar las llanuras que se extienden infinitas hacia Sevilla o hacia Córdoba.
Hay una película moderna, que merecería figurar en cualquier antología del cine mundial de todas las épocas, llamada Amanece que no es poco, cuyo director es el genial José Luis Cuerda. Su escena final recoge una salida del sol a contracorriente y contra toda lógica: por ello se grita en ella que aquello es “un sindiós” y se maldice “el misterio.”
Tal vez el asunto, en realidad, no sea para tanto y el dicho de marras nos deje una realidad un poquito más sencilla y elemental. Quiero decir que, como en tantas ocasiones, acaso no sea más que una variante fónica de algo tan sencillo  como “salga el sol por donde quiera.” Darle lustre de ejércitos, de conquistas y de reyes no sé si no termia por dejarlo con el trasero al aire. Por si acaso, ni Correas ni Covarrubias se ocupan del dicho.

Pero así están las cosas y así las usamos. Y así tejemos la historia. Y que el traje nos dure. Aunque mejor si no aparentamos de pasarela sino de terno sencillo y aseado. Vale.

3 comentarios:

mojadopapel dijo...

Pues salga el sol por Antequera...jeje.

mojadopapel dijo...

Pues salga el sol por Antequera...jeje.

mojadopapel dijo...

Pues salga el sol por Antequera...jeje.