Dividimos los tiempos históricos
en años, que, convencionalmente, hacemos empezar en enero (ianua, puerta,
apertura) y diciembre. El ciclo se repite mientras vamos renovando los
almanaques, las celebraciones de gozo o de tristeza, y nos vamos haciendo
viejos sin remedio.
Hay otras formas de dividir el
tiempo (cosechas, tiempo atmosférico, estudios, cumpleaños…) y alguna se está
afianzando con fuerza visible en los últimos años.
Los comienzos de este siglo
marcan el apogeo histórico de la exhibición y de la pasarela. Y donde tal vez
mejor se cumpla la simbiosis entre pasiones, instintos e intereses primarios
sea en el mundo del deporte. Por eso empiezan a interesar sobremanera y a ocuparnos
a todos los calendarios deportivos.
Estamos en días de fines de
campeonatos y de proclamaciones de vencedores, de rienda suelta por las calles
de emociones muy diversas pero muy elementales. Cuando se cierre el círculo,
apenas dentro de unas semanas, todo tenderá a la calma y a la lentitud, todo se
encogerá y se volverá muelle y agostado. Y será cerca del otoño cuando todo se
pondrá de nuevo en marcha, como si los calores fueran el obstáculo natural y la
puerta de salida. Con el ciclo deportivo se acomodan los ciclos político, judicial
y hasta económico, como si la vida realmente se dejara sobornar por estos
engaños tan burdos.
En estos últimos momentos de
competiciones es seguramente cuando mejor se dejan ver las miserias humanas y
la pobreza de los esquemas vitales en los que nos movemos. Escuchar
manifestaciones de aficionados es para echarse a temblar, oír declaraciones de
periodistas ganadores o perdedores es mucho peor aún, prestar oídos a las alabanzas
que sobre algunos deportistas se formulan es notar cómo un chorro de pudor te
corre por la cara hasta los pies. Aunque en todos los sitios cuecen habas y
generalizar y hacer equidistancias es siempre injusto, tengo la impresión de
que es el gremio de los deportistas profesionales el menos malo en todo este
mundillo que los rodea; a ellos es a quienes creo escuchar declaraciones más
sensatas y comedidas, más normales y tranquilizadoras. Y eso que se mueven casi
siempre en los tópicos más elementales. Cómo serán entonces los otros niveles…
Me apunto unos ejemplos que me lo
aclaren. El entrenador del campeón de la liga de fútbol se ha pasado el año
acuñando la expresión “partido a partido”. Y todo el mundo ha tragado con el tópico.
¿A qué jugaban los demás equipos si no era a eso? ¿Cómo se puede plantear esto
de otra manera? Pues el buen hombre (que parece sensato y buen profesional, por
otra parte) está a punto de ser nombrado caballero de la tabla redonda o algo
así.
Y del mismo señor, otra cantinela:
“Con esfuerzo y unión todo se puede conseguir”. Hombre, el tópico no es malo,
pero hay que tener cuidado porque nos podemos engañar todos con él. Parece
cierto que en el equipo campeón la unión y la ilusión del grupo ha sido
notable. Hasta ahí estupendo. Pero, o yo soy muy torpe, o aquí hay trampa. Si
no aplico la analogía me borro del género humano por falto de razón, pero, si
la aplico, me sale que los demás no han tenido esfuerzo ni unión. Y, hombre,
eso es ya muy fuerte. Eso es hacer universal un valor que sirve pero solo en términos
relativos, porque sirve para el vencedor pero deja por el camino a todos los
demás y además justifica que así sea. O sea, hace esclavos y además quiere que
sean agradecidos.
Y una última nota: ¿por qué en el
deporte se muestra, tal vez mejor que en ninguna otra variante, el deseo no
tanto de que gane quien yo quiera sino la preferencia de que pierda el que me
caiga peor? Esto sí que es jugar en “Be” y a la contra, y en negativo, y en el
enfrentamiento, y hasta en el odio. Así no se va a ningún sitio bueno. Y lo peor
es que hasta puedes quedar como un señor. ¿Se imaginan el mismo señorío de los
aficionados del Barcelona si el ganador de la liga en su campo hubiera sido el
Real Madrid? Y otro tanto en el campo contrario. Dejémonos engañar, pero que no
nos engañen.
Pero llega el calor, y los exámenes
están ahí, y ya es verano en el Corte Inglés. Y mañana será otro día.
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