OTRO DÍA SE MECE ENTRE MIS MANOS
Solo la noche
sabe
lo que ocultan
las sombras de los sueños.
Y deja el
despertar como un cansancio
de no se sabe
qué. La sangre pesa
y pesa la
conciencia despistada,
sedimento de
ecos que se niegan
a perderse en
la bruma y en la nada.
Pero la luz se
ensalza, toma fuerza,
los músculos
se encaran con las blancas
estampas
inocentes de otro día.
Es otro nuevo
plazo que se ofrece
para marcar de
luz mi trayectoria,
para pedirme
alegre que me ocupe
de lo más
doloroso o placentero,
de todo lo que
existe y me conforma.
El ayer es un
poso y un recuerdo
que se va
diluyendo como el frío,
y otro día se
mece entre mis manos,
como pan que
se amolda para el horno
y se quema
gozoso y conmovido
en las inciertas llamas del futuro.
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