Ha comenzado la campaña para las
elecciones europeas. Hoy es el primer día. Curiosamente, el CIS publica una
encuesta que puede orientar los votos en uno y otro sentido. ¿Casualidad en la
fecha? ¿Exactos sus datos?
Hay uno que supongo difícil de
manipular: el del tanto por ciento que conoce el día de las votaciones. Pues
resulta que más de la mitad no sabe ni siquiera el día en el que se realizará
la consulta. ¿A qué juega la comunidad? ¿Tanto es el desapego? ¿Cuánto hay de
analfabetismo y de egoísmo en estos datos? Resulta muy sencillo y simplificador
echar la culpa a los partidos políticos y desentenderse de la realidad. Tal vez
estos, los partidos políticos tengan mucha culpa de ello, pero me parece que
hay muchas otras variables que poco se tienen en cuenta.
Una que me parece fundamental es
la de los medios de comunicación, sobre todo a través de sus comentaristas.
Resulta tan sencillo generalizar en las descalificaciones… Y tan demagógico…
Solo cuando se ven ante el abismo echan marcha atrás y advierten de que no es
todo tan malo y de que hay que distinguir a unas personas de otras. Cuando ya
el mal está hecho y la desidia acampa en la mente y en el quehacer diario de
tantos ciudadanos…
Si ni siquiera se conoce la fecha
de las elecciones, pensar en comentar o discutir algo acerca de los programas o
de lo que representa en general la idea de Europa y de las fuerzas sociales y
políticas que la vertebran se antoja tarea inútil y recuerda aquello de sembrar
cotufas en el golfo.
Recuerdo con bastante nitidez las
fechas anteriores a la incorporación española a Europa. Eran las gentes de
izquierda las que con más pasión defendían esa incorporación. Porque
significaba asomarse al aire puro y menos fétido que el que en la piel de toro
se respiraba, porque había ganas incontenibles de abrirse a otra escala de
valores diferente y menos pacata y encogida. No se pensaba entonces en si sería
una Europa de ciudadanos o de mercaderes. Hoy, algunos años más tarde, aquel
entusiasmo se ha remansado y yo desde luego lo veo con más recelo y hasta con
desconfianza. Al menos ante esta Europa de burócratas y de conseguidores, de
capitales y de mercados sin alma y sin conciencia social.
Pero no es lo mismo lo que se
defiende, con mayor o menor acierto, desde unas posiciones políticas que desde
otras. Y, en todo caso, existen fuerzas políticas bien diversas a las que
poderse acoger. ¿O no es un dato relevante que casi toda Europa lleve años
gobernada por partidos de derecha?
No, claro que no es lo mismo todo
el mundo, ni son iguales todas las organizaciones, aunque todas cometan errores
de bulto en sus acciones. Ni es tampoco muy acertado ni justo que todas las
culpas recaigan sobre los hombros de los partidos políticos y los organismos
públicos y sociales. En esta tribu, la magia la hacemos todos, y el vudú
también. Pero unos tienen el hisopo en sus manos y otros se dejan ungir con una
facilidad demasiado pastueña.
No sé si Zeus andaría ahora muy
animado a raptar de nuevo a Europa; más bien parece que entre todos le han dado
por todas partes y que, en estos momentos, no está de muy buen ver, ni siquiera
para épocas de celo.
Quizá el primer arreón empuje a
olvidarse de las urnas y a mandar todo al precipicio. Tal vez después de
reflexionar no sea el león tan fiero como lo pintan. Quién sabe.
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