viernes, 2 de septiembre de 2016

AYLAN ES SOLO UN SÍMBOLO


Es esta una ventana pensada para la reflexión y para la creación. El recuerdo solo sirve para volver a ronronear acerca de la misma idea y hacerla presente porque piense que sigue siendo importante para mí y para otros. Por eso no me gusta mucho repetir textos sino crearlos.
Hoy, sin embargo, repito la memoria de un día del mes de septiembre del pasado año. Tal día como hoy, el mundo se sobrecogió con la imagen del niño Aylan ahogado en las playas griegas, en su vano intento por llegar hasta la orilla y a lo que ella significaba. Aylan no es más que un símbolo, con todos mis respetos para él, pobrecito mío. Desde entonces han muerto en similares circunstancias varios centenares de niños más. Ellos son el resumen de toda un una historia triste de la que todos somos protagonistas y en la que descargamos las consecuencias en los más necesitados.
El asunto no es tan sencillo como a menudo se pinta. En él se mezclan elementos religiosos, económicos, de poder, territoriales, históricos… Lo malo es que no le hincamos el diente por ninguna parte, si no es en aquello que más nos afecte a nosotros mismos.
Mi reacción al hecho fue la composición de un poema que reflexiona acerca del asunto, con Aylán como hilo conductor. La vergüenza sigue en pie y acaso con más fuerza. Tampoco es nada nuevo: la historia se repite en lo más negro.
Otra vez, desde el recuerdo al niño, a todos los niños, y en rechazo de todos los que hacen y hacemos posible que todo esto sucediera y siga sucediendo.


AYLAN EN LAS ARENAS
“Las manos de mis niños se me escaparon de la mías”. Palabras del padre de Aylan, niño sirio que se ahogó en el mar, entre Turquía y Grecia, junto a su madre y un hermano mayor de cinco años. Todos huían de la guerra en su país.

Supe de tu existencia desde el día
aquel que, desde el mar de la Antillas,
surcaron naves hacia el mar de oriente,
con la muerte en sus vientres
y una insaciable sed del oro negro.
Te adiviné en los turbios pensamientos
llegados de la tundra de Siberia,
envueltos en la faz de la locura.
Estabas incubando cuando Europa
jugaba a repartirse Oriente Medio.
Naciste cuando Alá andaba furioso
jugando a la guerrilla con los niños,
descabezando bienes y razones
en nombre solamente del misterio.
Creciste con el miedo a los caprichos
del sátrapa de turno en tu contorno.
El hambre te empujó, te empujó el viento
contra el último engaño de occidente.
El mar se volvió cómplice y al verte
tan solo, tan pequeño, tan humilde,
se apiadó de tu tierno sufrimiento.

Todo eso lo había visto y no supe mirarlo.

Tú hoy le pusiste cara y me increpaste
por no haberlo gritado a grito limpio,
por no cambiar la parte que me toca
y no gritar la rabia y la impotencia:
por no haberme manchado en mi palabra.

Hoy va mi maldición contra esta historia,
que es historia de todas las historias.
Porque hoy tú eres el resto de un naufragio
que llega desde el cielo y certifica
el despiadado paso de los tiempos.
Que los dioses respondan de sus culpas,
que los seres se miren la conciencia,
que yo sepa llorar lo intolerable
pidiendo tu perdón,
y que la tierra grite
un grito de dolor en las arenas
donde tú te rendiste
acunado en el eco de las olas

del mar Mediterráneo.

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