Es bien seguro
que a los paseos por el campo se les puede sacar producto en abundancia; y, si
se sabe destilar, el licor resulta convincente para el mejor paladar. Depende,
por supuesto, de los caminantes, de su fondo mental, de sus aficiones y de los
asuntos que se presten para que peguen la hebra.
A veces hay asuntos
que apenas se apuntan y que quedan asomados a la ventana, como semiescondidos,
porque nadie los quiso llamar e invitarlos a bajar al jardín. Creo que hoy ha
sucedido algo de eso. Se comentaba algo que tenía que ver con la situación
social (tema recurrente, claro). Algunos pensaban que una conclusión correcta
desde cualquier análisis era evitar cualquier elemento absoluto y acercarse con
serenidad a la relatividad de las cosas, como medio de entendimiento y de
mejora de las mismas.
Pero es que las
ideas tienen su expresión lingüística y sus términos apropiados. Alguien apuntó
(y no era filólogo) que empezaba a eliminar de su vocabulario muchos términos
que apuntaban a la certeza, a la falta de duda, a la ausencia de matices y a la
abstracción. Con un asentimiento pareció terminar todo.
No fue así. En
el camino de vuelta me venían a la mente palabras que cumplían alguna de las
características anteriores: bondad, maldad, piedad, oscuridad… Qué curioso:
todas pertenecían a la etimología latina -tas / -tatis, que habían cambiado
hasta nuestro sufijo –dad.
¿Tendrá cada
edad su vocabulario propio? ¿O será cada nivel mental el que pida su propia
terminología? Sigo pensando en ello y en lo importante que sería un buen
estudio acerca de este asunto. Al fin y al cabo las palabras no son más que débiles
trasuntos de nuestros pensamientos; y estos ya son frágiles y variables de por
sí.
En todo caso, me
apunto a la relatividad como postura intelectual; postura que no quiere ser
equidistancia ni falta de anhelo para aspirar a situaciones mejores, sino
sencillamente el reconocimiento de mis propias debilidades y las de mis
semejantes. Todo el que saque pecho debería ser castigado al rincón de pensar
por unos días, por torpe y egoísta.
Ah, y el campo
estaba hermoso, como siempre, con el otoño en puertas y aguardando los
aguaceros que se anuncian para mañana mismo. Y las viandas, otro tanto.
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