viernes, 30 de septiembre de 2016

EN EL UMBRAL DE LA NOCHE


Cuando llega la hora del crepúsculo y todo parece anunciar la noche y el silencio, la mente se sorprende y se confunde. En esos momentos en los que la luz declina, la duda se apodera y se hace dueña de la voluntad.
Hay tres frentes abiertos al trayecto de la luz, el del pasado, el del presente y el del futuro.
Si el ojo vuelve hacia el pasado, tal vez reaparezcan los rayos más lucientes, las horas más diáfanas, el proceder más claro. También el claroscuro y las sombras.
Si el ojo y la mente se detienen en el presente, son posibles tanto la complacencia por la luz como la congoja por su huida veloz hacia lo negro, hasta el intenso límite de la pesadilla.
Si se mira al futuro, es la noche la que extiende su manto. Y en ella, la ceguera, o los sueños, o la ausencia de luz y de futuro.
No es fácil saber vivir ese tiempo del crepúsculo. Tal vez todo tipo de luz sea necesaria para seguir viviendo, para seguir sintiendo, para seguir soñando.
En todo caso, el crepúsculo, con su belleza y con sus aguaceros y tormentas, se irá; la noche dejará su huella; regresará la aurora y tal vez luzca de nuevo el sol radiante.

Porque la luz, el crepúsculo y el nuevo día siguen estando ahí. Por mucho tiempo. 

No hay comentarios: