Cuando afirmamos que la realidad
supera la ficción, estamos dando cuenta de que, a veces lo que aparece ante
nuestros sentidos, eso que podemos ver, oír, tocar, etc. supera a aquello que
cabe en nuestra imaginación. No es mala ocasión para desempolvar la frasecita y
aplicarla a lo que sucede durante estos días, e incluso durante estas horas, en
el PSOE de España.
Imagino a los militantes del
partido, hago lo mismo con muchos simpatizantes, arrimo a los observadores algo
neutros y sensatos, sumo a los del sentido común, les hago sitio a los
contrarios ideológicos, abro las puertas de par en par y no veo más que caras
largas, rostros estupefactos y miradas perdidas en el horizonte. La realidad
supera la ficción.
¿Qué está pasando aquí?
Posiblemente sea el momento de discusión orgánica peor de este partido. ¡Y es
más que centenario! Tomemos distancia, si
es posible, miremos, contemos hasta diez y luego pensemos y analicemos.
Primero la descripción: Más de
media ejecutiva ha plantado cara al secretario general y ha dimitido. Parece
que la mitad del grupo parlamentario anda también en posición de protesta.
Varios dirigentes territoriales se muestran en público favorables a que el
secretario general dimita del cargo. A bastante gente no se la deja ni siquiera
que entre en la sede central…
Esto por una parte.
Por la otra. El secretario
general se enroca afirmando que él sigue siendo legalmente el secretario del
partido. Él es el único secretario general en toda la Historia que ha sido
elegido directamente por los militantes.
En medio. Los resultados
electorales desde hace tiempo no hacen más que confirmar el descenso del
partido. Casi todos los dirigentes territoriales actúan pensando en los
intereses específicos de los territorios en los que gobiernan o ejercen la
oposición. La proposición de un congreso extraordinario precipitado, cuando se
está sustanciando la creación del gobierno de la nación, con toda la pinta de
que el actual secretario general tiene todas las ventajas a su favor (tiempo,
aparato…). El mandato de la ejecutiva de no pactar con partidos separatistas.
La propia historia del partido, que se presta poco al pacto sin preeminencia con
otros partidos que, a su vez, son conglomerados de muchísimos partidos
pequeños. La necesidad de no alargar demasiado el bloqueo institucional…
Demasiados elementos cruzados.
En esta especie de caos, ¿quién
tiene la culpa, o más o menos culpa? Esto queda para el análisis reposado y, en
la situación actual, poco importa. ¿Qué salidas honrosas se imaginan? Bien
pocas. Pero esto sí que interesa.
Hay maraña jurídica en los
estatutos sobre las atribuciones del secretario general, del comité ejecutivo y
del comité federal. Hay mala leche en los dimisionarios, que bien podían haber
esperado unos días y haber presentado quejas y proposiciones en el inminente
comité federal. Hay ventajismo y clara metedura de pata del secretario general
al anunciar sospechosamente la convocatoria de un congreso extraordinario a
toda prisa. Hay cruces de ambición de poder personal por todas las esquinas.
Hay atribuciones de ganancias y de pérdidas electorales que corresponden a
todos un poco y no a una sola persona. Hay…
En medio de todo este barullo,
apenas se adivina la suma de una base legal pero no legalista, el apearse de
los personalismos y alzar la mirada para ver el bosque, y, por encima de todo,
una buena dosis de buena voluntad, de sentido común y de cesión mutua.
Lo peor de todo esto es que las
heridas se estarán lamiendo durante mucho tiempo, demasiado; que otros se
lamerán también, pero de gusto; que sufrirá mucho más la comunidad que el
partido; que la confianza en esta opción política beberá adormidera durante
muchos meses y años y que la recuperación del enfermo será lenta y larga.
Los partidos no son más que
instrumentos para el desarrollo de ideas y de ideologías puestas al servicio de
la comunidad y de sus miembros, no son fines en sí mismos. Pero este es
centenario y no se explica buena parte de nuestra Historia sin él. Además, sea
cual sea su suerte orgánica, las ideas seguirán estando ahí, esperando a que
cualquiera se acerque a mirarlas, a describirlas, a analizarlas, a asumirlas, a
defenderlas y a desarrollarlas. Las personas pasan y son solo cara de un
proyecto; las ideas quedan y son más duraderas: las caras son cromos que se
pueden cambiar sin que la partida se desequilibre.
Es la hora de la reflexión. La de
todos. También la de los militantes, esos que ahora siguen con la mente
alucinada por lo que ven, oyen y sienten.
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