viernes, 16 de septiembre de 2016

PRIMERO LA PALABRA


Cuando a Vicente Ferrer, ese santón laico que tanto sembró en la India, le preguntaban cuál era la esencia de su trabajo y su objetivo fundamental, respondía que, por encima de todo lo demás (cereales, caminos, agua…) estaba la obligación de darles voz a los que no la tienen, de concederles la palabra, esa arma revolucionaria que nunca habían tenido y que les ponía en disposición de desarrollar todas las demás posibilidades. Lo cuenta muy bien Manuel Rivas en un relato maravilloso titulado “Vicente Ferrer. Rumbo a las estrellas con dificultades”.
Qué bien captó el fundamento de las necesidades del ser humano. Porque esta consideración sirve para cualquier ser humano, no solo para los más olvidados de y por las castas en la India. La palabra es la materialización del pensamiento, del sentimiento y del nivel más elevado de la condición humana. El ser humano lo es en tanto que posee la  cualidad de cifrar el pensamiento en palabras, de trasladar a sus semejantes sus anhelos y sus necesidades a través del don de la palabra.
Claro que el nivel de la palabra se halla en el pensamiento, en la posibilidad real y física de poder expresarla y en la libertad mental y social de intentar expresar las opiniones propias y de intentar convencer pacíficamente a los demás a través del razonamiento verbal. Por eso, conceder la palabra es mucho más que un hecho físico, es ante todo no negar la posibilidad de expresión razonada, es impulsar esa expresión y combatir el monopolio de la misma por parte de unos pocos, de esos que niegan la opinión y la libertad real de los demás. Porque negar la palabra es negar la igualdad humana, es jibarizar la opinión social, es adentrarse en el mundo del miedo y del misterio, es abandonarse a la voluntad de los otros, es negarse a vivir la verdadera vida, es dejarse en el vaivén del viento, es negarse el futuro, es llamar a la abulia y al silencio del rebaño, es abandonar el arma más potente, es velar los matices y ennegrecer los rayos, es…
En la India se levantan los parias lentamente. Vicente Ferrer quería que lo hicieran con la palabra como base de todo el desarrollo posterior. En occidente los parias son silenciados de manera más sutil, encarrilándolos en el embarcadero de la publicidad, restando la importancia del cruce de opiniones, o simplemente cerrando todas las puertas de los lugares físicos y mentales en los que se podría producir el desarrollo del pensamiento y de la palabra. ¿Dónde están el fomento de la palabra y la expresión sin trabas correctoras de las opiniones que no sean las que nos vienen dadas desde las lejanas alturas?
Pensar puede resultar peligroso para el poder establecido. Y el pensamiento toma cuerpo a través de la palabra. Por eso la negación de foros, los miedos a que las verdades establecidas se puedan venir abajo y la reacción de los usuarios del pensamiento y de la palabra se convierta en la mejor revolución imaginada. Buen ejemplo para cualquier comunidad grande o pequeña y buen campo de actividad social y política. En esto sí que nos jugamos la esencia de una comunidad y no en las fiestas patronales, por ejemplo.

Vicente Ferrer tenía muy claro el fundamento de su escala de valores. La palabra como expresión de la dignidad, de la libertad y de la igualdad del ser humano. Desde ella y, a partir de ella, todo lo demás. 

1 comentario:

Dionisio García dijo...

Lo he recordado: "En el principio era el Verbo. [...] Y el Verbo se hizo carne."