Palabras de Sócrates en la parte
final de su encomio a Eros, en el diálogo “El Banquete”, de Platón: “Pues esa
es justamente la manera correcta de acercarse
a las cosas del amor o de ser conducido por otro: empezando por las cosas
bellas de aquí y sirviéndose de ellas como de peldaños ir ascendiendo
continuamente, en base a aquella belleza, de uno solo a dos y de dos a todos
los cuerpos bellos y de los cuerpos bellos a las bellas normas de conducta, y
de las normas de conducta a los bellos conocimientos, y partiendo de estos
terminar en aquel conocimiento que es conocimiento no de otra cosa sino de
aquella belleza absoluta, para que conozca
al fin lo que es la belleza en sí. (…) Le merece la pena al hombre vivir
cuando contempla la belleza en sí”. (Banquete, 211, b). El valor de alguna
palabra habría que actualizarlo a nuestros días para ser bien entendido, pero
ya cuento con ello, y aquello de los cuerpos bellos lo interpreto en sentido
muy general (toda la materia es cuerpo)y, para mi caso, heterosexual.
Como en una hermosa escalera de
color. Primero lo más próximo: el cuerpo. De un cuerpo bello a otros cuerpos
bellos; de ellos a las demás manifestaciones naturales y hasta físicas de la
belleza; de la muestra natural a la esencia del concepto de belleza; del
concepto de belleza la conducta que producen y que inducen esos cuerpos bellos
y ese ya concepto de belleza; de la conducta a los conocimientos; y, por fin,
el conocimiento definitivo, y, en él, la contemplación feliz y definitiva por
la que merece la pena vivir y trabajar.
Por el camino (párrafos
anteriores) nos habremos topado con toda la teoría del amor, de algo y hacia
algo; con la belleza; con el bien y con la verdad, verdaderos atributos del
amor. También con el deseo de posesión de las cosas bellas y con la felicidad
como final del camino, con el amor físico y con el amor mental, con la
procreación como mejor forma de conseguir la duración y el futuro, pero también
con el amor intelectual y social, como otras formas de “ese mar de lo bello”.
Y todo ello en un banquete, en un
certamen de palabras, en un agon logon, en un simposio, es decir, después de
bien llena la andorga y al amparo de unas buenas crátera cargadas de vino que
habían de llevar a los comensales a decir la verdad en el postre, como la dicen
los niños o como enseña en viejo adagio latino ”in vino veritas”.
La naturaleza ofrece lugares más
propicios que el triclinium para escanciar licores y para pegar la hebra en
torno de asuntos tan sabrosos como este de Eros y el amor. La lujuria del
paisaje en el que habito no hace más que agrandar esa invitación. Mañana
veremos qué pasa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario