Los calores extremos dificultan los
viajes, pero no los anulan: no hay más que ver que en sus meses de asedio es
cuando más gente se echa a la calle, se enfunda en sus asientos y se expone sin
miedo a los antojos del sol y los calores.
Hay alguna otra forma de hacerlo con
algo más de calma y menos empujones, sobre todo si se trata de irse a pasar el
tiempo en otro tiempo. Quiero decir si uno quiere acercarse a conocer y
contrastar la vida de otras épocas y los cambios producidos en la nuestra. Las
herramientas son sencillas, poco costosas y no obligan a sudar la gota gorda de
los calores ni de las aglomeraciones. Hoy, por ejemplo, me he ido hasta los
finales del siglo dieciséis y comienzos del siglo diecisiete. He elegido la
ciudad de Sevilla, compendio alucinado de todas las propuestas. Pues puedo
asegurar que no hay calores sino muchos colores, y no todos vistosos. Cuánta
gente en las calles y cuántas profesiones. No doy abasto a contarlas. Lo he
hecho de la mano del escritor Juan Eslava Galán, que retrata a Cervantes, quien me ha mostrado un cuadro
variadísimo de actividades varias en un imaginado patio de Monipodio en el que
confluyen gentes y paisanos de toda ralea y condición. ¿Os presento a alguno de
ellos? Ahí van: “cofrades de la cherinola,
corchetes, alguaciles, jueces, procuradores, escribanos, alcaldes, confesores,
defensores, coimas, rufos, padres, cotarreras, traineles, pagotes, murcios,
birladores, golondreros, obispones, ondeadores, polinches, polidores,
arrendadores, comendadores de bola, cicateros, prendadores, alcatiferos...” Y
así hasta mil clases de personas y diez mil de oficios distintos.
Los veo a todos revueltos pero
ordenados y fieles al vértice de mando, que saben muy bien con quién se juegan
los garbanzos, y me parece que toda la ciudad pasa por aquel patio. Con mucho
cuidado, doy un paso hacia el centro y converso ellos. Cuando salgo del patio,
me palpo los bolsillos por si me falta algo. Es tributo obligado y no me quejo.
Me voy a rumiar a mis adentros y pienso en trasladarme hasta ahora mismo. Hay
muchas diferencias en oficios, muchas menos en intenciones. Ahora miro las
playas, me traslado a las cárceles, me voy a las audiencias…, y prefiero
quedarme al refugio de mis simples deseos y palabras. No es más que otro viaje.
Simplemente.
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