Una ocupación circunstancial me ha
llevado esta mañana a dos pueblos próximos, Puerto de Béjar y Cantagallo. He
paseado un rato por sus calles. Lo suficiente como para darme cuenta de que el
silencio reina entre sus calles y de que el mundo tiene en sus parajes el
tiempo detenido. Es tiempo de calores y de sol de justicia, pero es tiempo
también de despoblación y hasta de desaparición de muchas de estas poblaciones
pequeñas. Tenía como ocupación visualizar si existía alguna obra en curso.
Apenas una pequeña ampliación de la pequeña residencia de ancianos en Puerto.
De la residencia de ancianos, siempre llena y pequeña para todas las
necesidades y demandas. En Cantagallo, nada de nada, calma chicha.
Me siguen contagiando el encanto
estos lugares tan propicios al pensamiento y al paseo tranquilo. Pero esta es
solución solo personal y para un rato. En cuanto la mente se echa a andar, las
imágenes y las implicaciones de la soledad -falta de servicios, no renovación
de la población, soledad y más soledad…- me golpean en la mente.
No sé cómo es posible que haya gente
que solo mida la riqueza en términos de dinero y de PIB. Son tantas las
variables que componen la vida de una persona y de una comunidad… Para lo bueno
y para lo malo. Porque yo me declaro amante de los pequeños pueblos y de las
comunidades reducidas, busco el silencio como mejor contexto para reflexionar y
huyo de las multitudes como el gato del agua. Pero estas poblaciones pequeñas
si no aumentan es que disminuyen, no cabe el término medio. Y muchos,
demasiados, están condenados a la desaparición y al olvido. No es el caso
inminente de estos dos pueblos pero sí noto que muestran síntomas de que la
fuerza y el nervio, el murmullo de los niños y el son de las personas mayores
se ha espaciado, y de que los ecos de la naturaleza se están haciendo murmullo
y vocerío ganando todo el espacio y el tiempo.
Me gustaría que todo fuera solo un
sueño en mí y en los pueblos, un rato de calma y de sosiego, de escondite del
sol y de los calores. En estos y en todos los pueblos.
Las voces que se escuchan estaban hoy
en otros sitios, en el Congreso de los Diputados. Las oí después. Quiero seguir
oyendo también las de las gentes que sienten y padecen en lugares pequeños, con
sus alegrías y con sus fatigas a cuestas, con su historia sencilla y cotidiana,
igual de importante y verdadera.
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