miércoles, 21 de junio de 2017

LOS COLEGIOS SE REBELAN


Eso afirma en su titular un reportaje que publica un periódico hoy mismo. No lo hacen contra ningún consejero madrileño que pedía hace unos días construir abanicos de papel para combatir el calor asfixiante de estas últimas semanas de curso; lo hacen contra la metodología tradicional en la enseñanza, pegada a los libros, a los temas, a los exámenes, a los currículos y a toda la batería de normas que la legislación y la administración establecen y vigilan.
En el reportaje se hacen cruces y presentan los datos como si fueran de ahora mismo y estuvieran descubriendo la venida del espíritu. Qué torpes. Es verdad que el grueso de los educadores, y sobre todo de los centros, se ha movido en un sistema tradicional y pacato, pero desde siempre ha habido profesores que han echado su cuarto a espadas, han roto la baraja y han jugado su propia partida. Hay mucha literatura y mucho estudio serio al respecto; hay también muchos métodos de enseñanza que empujan en direcciones diversas; y hay mucha gente que sencillamente no se entera de casi nada. No seré yo el acusador porque tendría que darme golpes de pecho e imponerme penitencias a mí mismo en primer lugar.
El asunto me sugiere tantas consideraciones…
Sean cuales sean las mismas, y dando cabida a cualquier argumento, lo cierto es que hay mucho que mejorar. Y que merece mucho la pena hacerlo: nos jugamos el presente y el futuro en ello, y no hay mejor inversión ni más productiva que aquella que se realiza en la educación.
Recuerdo un viejo esquema que he desarrollado hace ya muchos años y que se resume así: a) ¿Es verdad que desarrollamos todas las potencialidades en los alumnos: conocimientos, actitudes, habilidades…? Supongamos que sí, que ya es suponer. b) ¿Realmente evaluamos bien el proceso educativo y clasificamos con certeza a nuestros alumnos? Dicho de otra manera más grosera y escueta: ¿Las calificaciones corresponden con exactitud a la suma de elementos evaluados? Complicado, pero démoslo por bueno. c) El mercado social recompensa de la misma manera y ofrece los puestos de más “responsabilidad” a aquellos que el sistema ha dicho que están mejor preparados y que se han esforzado más. Ni por asomo: a veces da la impresión de que la norma es precisamente la contraria. Pero seamos benevolentes y pensemos que sí. d) Si todo esto realmente discurriera por los caminos más positivos (esto no se lo cree nadie), ¿no estaríamos realmente contribuyendo a reproducir en la comunidad las diferencias, los desajustes, las desigualdades y las injusticias que ya existen y que nos llenan de enfado y de rebeldía? O sea, ¿no estaríamos sencillamente reproduciendo el mismo sistema, con los mismos defectos que tal vez queramos corregir?

Que las metodologías se rebelen, que las actitudes cambien, que todo se cuestione y se preste a la mejora. Siempre mejor en grupo que individualmente, pues esta segunda forma está casi condenada al fracaso y al sufrimiento. Pero que todo esté al servicio de formar seres críticos y solidarios, comprometidos con la justicia y con la dignidad de los seres humanos, sea cual sea su capacidad. Lo demás podría quedarse en un artificio. Y, para escaparates, ya tenemos todo el calendario.

No hay comentarios: