Cada vez veo más calendarios marcados en sus fechas por recordatorios
de hechos y de datos importantes que sirven de testigos permanentes y de dedos
acusadores en medio de la pared para el que pasa a su lado y anda a sus
quehaceres distraído. Las experiencias se acumulan y, sobre todo, se seleccionan:
no hay otra manera de retener algunas, solo se hace con aquellas que, por la
razón que sea, nos pertenecen de verdad y forman algo más cercano a nosotros y
a nuestros sentimientos.
No soy hombre de calendarios y se me escapan fechas y
motivos. Por ello, con mucha frecuencia, llego a ellos con retraso, cuando me
los recuerdan al azar y sin preguntar. No es que no los conserve, es que los
almaceno mal.
Hoy me sucede eso, que alguien me recuerda que hace hoy ya
diez años que nos dejó Ángel González, el poeta de la amistad y de la noche, el
poeta de la desesperanza y a la vez del convencimiento, el creador de tantísimo
sentimiento como de sinceridad en su poesía.
Yo apenas pasé con él una noche de aquellas en las que “le
aplaudían los camareros” y otro par de tardes de charla amena y distendida. Pero
tengo -además de otros textos- una edición de su libro “Palabra sobre palabra”
gastada y agrietada de tanto manoseo y de tanto pasar páginas y sentir imágenes,
de aprender al lado de sus versos y de sentirme deudor y próximo a lo que en
ellos se expresa.
Sea, por tanto, de nuevo su palabra la que se escuche. Me
sirve casi cualquier poema. Tal vez repetiré alguno ya copiado en estas páginas.
Qué más da. He abierto al azar y me sale esta irónica
INTRODUCCIÓN A LAS FÁBULAS PARA ANIMALES
Durante muchos siglos
la costumbre fue esta:
aleccionar al hombre con historias
a cargo de animales de voz docta,
de solemne ademán o astutas tretas,
tercos en la maldad y en la codicia
o necios como el ser al que glosaban.
La humanidad les debe
parte de su virtud y su sapiencia
a asnos y leones, ratas, cuervos,
zorros, osos, cigarras y otros bichos
que sirvieron de ejemplo y moraleja,
de estímulo también y de escarmiento
en las ajenas testas animales,
al imaginativo y sutil griego,
al severo romano, al refinado
europeo,
al hombre occidental, sin ir más lejos.
Hoy quiero -y perdonad la petulancia-
compensar tantos bienes recibidos
del gremio irracional
describiendo algún hecho sintomático,
algún matiz de la conducta humana
que acaso pueda ser educativo
para las aves y para los peces,
para los celentéreos y mamíferos,
dirigido lo mismo a las amebas
más simples
como a cualquier especie vertebrada.
Ya nuestra sociedad está madura,
ya el hombre dejó atrás su adolescencia
y en su vejez occidental bien puede
servir de ejemplo al perro
para que el perro sea
más perro,
y el zorro más traidor,
y el león más feroz y sanguinario,
y el asno como dicen que es el asno,
y el buey más inhibido y menos toro.
A toda bestia que pretenda
perfeccionarse como tal
-ya sea
con fines belicistas o pacíficos,
con miras financieras o teológicas,
o por amor al arte simplemente-
no cesaré de darle este consejo:
que observe al homo
sapiens, y que aprenda.
Cómo me gustaría compartir tanto sabor y magia con otros
entusiastas. Esta ciudad es estrecha y hace frío. Cachis.
1 comentario:
No la conocía, y es una fábula muy sabia.
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