AQUELLA CICATRIZ
Un cierto estado de convalecencia,
en una tarde plana y anodina,
me conduce a mirarme
una cuarta debajo del ombligo,
a mostrarme extrañado y a fijarme
en esa cicatriz que certifica
que el pasado se guarda silencioso
en la piel que conserva mis recuerdos.
Descubro entonces, como cosa lógica,
que el olvido está lleno de memoria.
Las prisas en la ducha -y los apremios
de otros momentos de mayor urgencia,
que me dispensan de actos visuales-
negaban la certeza y ocultaban
todo lo que ocurrió en aquel suceso.
Me contemplo, me río y hago cuenta
de que nada se muere en el olvido;
tan solo viene a vernos cuando quiere,
siempre adornado con vestidos nuevos.
Por eso me pregunto si es lo mismo
recordar que olvidar. Y solo entiendo
que el olvido es un sueño del recuerdo
y el recuerdo es un sueño del olvido.
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