jueves, 23 de agosto de 2018

DE VICIO



             DE VICIO
Dicen por estas tierras que un par de tormentas a mediados de agosto arruinan el verano y anuncian un otoño prematuro. No es el caso, es como pensar en lo excusado. El calor sigue apretando y las horas centrales del día hay que dedicarlas a menesteres que no exijan mucho esfuerzo físico, que no aceleren nuestros ánimos y que nos mantengan en una especie de calma chicha o, como ahora se dice, en stand by. Luego llega el atardecer, el sol cambia de ángulo y se pone menos gallito, las sombras se alargan y los grados van lentamente bajando. Cuando el ocaso se hace presente, entonces todo se acelera hacia el bienestar, hacia la brisilla serrana y hacia las ganas de salir a la calle y pasear.
Parece increíble que este pequeño desahogo se concrete aquí, en la sierra de Béjar, a casi mil metros de altura, junto a los ríos y regatos, que van agostándose también, pero que siguen alimentando la frescura de cualquier rincón o senda. En realidad, es quejarse un poco de vicio. Hay tanto donde elegir… La ladera norte -por acotar espacios simplemente: el espacio entero es sinónimo de ruta siguiendo cualquier rumbo- sigue abundosa en sombra a todas horas. Ahí está la Fuente del Lobo echando agua fresca por sus fauces, con sus sombras, sus mesas y sus casetas donde preparar una buena barbacoa. La ladera contiene y esconde al menos cuatro caminos a distintas alturas. Váyase por cualquiera y siéntese a tomar aire y viento fresco en cualquier rincón de los mismos. Admirará todo el frente luminoso, con la ciudad alargada y el horizonte ancho hacia la sierra de Francia. O estire la mirada haciendo compañía a la corriente del río que tiene nombre de varón, y piérdase con él y con sus aguas camino de Montemayor del Río. Lléguese hasta el llamado Árbol Centenario y admire su grandeza. Contemple sin prisas la fuerza eterna de la naturaleza. Y siéntase pequeño y poca cosa ante tanta grandeza natural. Si le quedan más fuerzas, considere y active la conciencia de su pertenencia a esa naturaleza y la suerte que tiene de andar tan bien rodeado por la generosidad que esta le brinda. Apúrese y lléguese hasta la Francesa de Arriba y escuche los arrullos del Horquitos, que parece escondido y allí sigue, dando frescura y agua todo el año. Suba tan solo un poco y quédese a mirar desde la finca la hermosura que muestra la ladera y el fondo de ciudad allá a lo lejos. Reponga su desgaste y embaúle alguna vianda: el cuerpo y el descanso se lo agradecerán y su grado de contento será más elevado. Después, vuélvase por cualquier otro camino que venga hacia su casa. Todos están frondosos, a pesar del agosto y su arregosto, a pesar de la ausencia prolongada de las lluvias. Por ejemplo, por la llamada Vía Verde. Es llana y parece una niña recién arreglada. Soñará el traqueteo de los trenes de tercera en su andar cansino hacia Plasencia o Salamanca, o revivirá en el pensamiento los saludos y las despedidas en la estación que anuncia el negro túnel, también ahora oscuro, fresco y sin peligro para una pequeña aventura caminando. Vuélvase saboreando las aguas río arriba, por la Ruta de las Fábricas y tal vez le darán ganas de emprender otro día la senda que ellas traen desde los cielos y llegar hasta lo alto de la sierra, donde se acunan gota a gota y emprenden el descenso hasta nosotros, saltando y rebrincando por las peñas.
A todo esto, ¡ya será mediodía! Y apretará el calor, y el Parque estará lleno de paseantes, y los supermercados serán cita de tantas caras nuevas conocidas, que se harán fiel noticia del paso de los años. Pues párate un momento y conversa con ellos estos días. Dentro de nada muchos tendrán ya solo en su cabeza la imagen del recuerdo, del calor, de las sombras, del aura de las tardes, de ese aire de decadencia que muestra la ciudad en los últimos años. Y esperarán la vuelta de otros soles, con los mismos calores y las mismas sombras esperándolos para quejarse de la verticalidad del sol y para la nostalgia de la brisa y la sombra en tantos parajes como regala esta sierra bendita que mira a todas partes en los ojos de los que van y vienen a sus faldas.

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