PUZLE
De un caos informe en el que nada es nada
y todo anda al revés, manga por hombro,
emerge lentamente un tenue esbozo
que aspira a obra perfecta.
Las energías, que andaban despistadas,
encuentran conexiones y conforman
una red de colores y contornos
que se abrazan y ríen,
encantadas de haberse conocido.
Primero, los contornos, líneas rectas:
es más fácil medir las dimensiones
para hacerse una idea del proyecto;
después, ese esquinazo que resalta;
solo al final, los centros y detalles.
Poco a poco, sin reglas prefijadas,
se va ordenando todo y lo que era
geometría variable y solo laberinto
se transforma en mosaico minucioso
en el que cada pieza reconoce
su lugar asignado de antemano.
Nada falta ni sobra, todo ajusta
en una obra perfecta y acabada.
El puzle es una imagen fidedigna
de lo que pudo ser el universo,
de lo que acaso sea todavía
y de lo que será si Dios no lo remedia.
En él todos andamos intranquilos
buscando un acomodo confortable
y un asiento con vistas al futuro.
Y no damos con él en ese puzle
ingente, indescifrable y misterioso.
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