VOLVER A LA CIUDAD DONDE
NACISTE
Volver a la ciudad donde naciste
y descubrir que es otra bien distinta.
Con árboles cortados y con casas
tal vez vacías desde que te fuiste.
A estas calles regresa la nostalgia
repintada en las caras de la ausencia,
que esperan verlo todo igual que entonces,
sin advertir que el tiempo no respeta
ni los ecos callados del silencio.
Una tarde cualquiera te decides,
repasas con cautela el nomenclátor
y observas con sorpresa
que han cambiado hasta el nombre de las calles.
Las fiestas de domingo y los paseos
se han trasladado al barrio de los viernes,
y ya las horas punta no contemplan
la eterna letanía de los pobres.
Hay grafitis y signos dibujados
en la pared externa de las tiendas
que ya no reconoces. Tú los cambias
por los antiguos nombres que aprendiste
cuando el mundo vivía solo en tu barrio
y el horizonte era un sueño inalcanzable.
Molesto y con conciencia de indiscreto,
reinventas totalmente el callejero,
entras para comprar donde tú sabes
que te fiaban siempre. Reconoces
la mano que pesaba las legumbres
y abrazas sus arrugas y las besas.
De repente te niegas a ti mismo.
Te invade la nostalgia y, como extraño,
te sales a la calle y echas pasos
hacia cualquier lugar, sin saber dónde
ni cuándo ni por qué lo estás soñando.
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