ALLÍ Y AQUÍ
Errar por los caminos presupone
fiar la plenitud del caminante
a la sorpresa y luz que da naturaleza
a quien a sus designios se abandona.
Porque en ellos la luz define un mundo
distinto al que se vive cada día.
Allí la flor es flor y aroma el aire
con una sensación de olor herido,
el viento te saluda con un roce
que alienta y vitaliza los sentidos,
la amplitud que recoge la mirada
se vuelve pequeñez si se refugia
en esa realidad del caminante,
tan breve, tan ligera, tan liviana.
Después los pasos tornan
al constante hormigueo de las aceras.
Aquí descubre triste y pensativo
que todo lo que fue se ha diluido
en recuerdo impreciso, oscuro, vago,
de algo que fue y aguarda ser de nuevo,
cada vez que los pies se echen sin rumbo
a hollar la humilde paz los caminos.
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