lunes, 31 de diciembre de 2018

Y CIERRE



Un poco atropelladamente y con alguna discontinuidad, pongo fin a este tomo de mis Notas a pie de página en su tomo veintitantos (los primeros los tengo que recomponer y por eso no sé cuál será exactamente el número actual). Esta entrega la completan algo más de doscientas cincuenta páginas en artículos conscientemente breves, y tanto en prosa como en verso. Tan solo me falta la lista de los noventa títulos que me han acompañado y han sido testigos de mis lecturas. Sigo manteniendo el formato con consciencia de las ventajas y de los inconvenientes que incorpora. Son ya miles de páginas las que he ido dando a la ventana para compartirlas con quien quiera acercarse a ellas. Siempre he intentado -este año también- que cada página alcanzara al menos la intuición o incluso la presencia expresa de alguna idea para reflexionar; no sé si lo he logrado, pero esa era y es siempre mi intención: a mí no me sirven las descripciones si no apuntan más alto y aspiran a que los elementos rezumen algo de jugo. No sé en cuántas ocasiones lo he conseguido, pero confieso que cada vez que no lo haya alcanzado supone para mí un fracaso, pues mis intenciones eran y son las que acabo de apuntar. Sí, lo confieso: tal vez soy así de vanidoso. Y así de sincero.
La presencia de mis nietos y de mis hijos durante estos últimos días ha acaparado mi atención y mi tiempo. Benditos sean y bendito sea el tiempo que hemos compartido. Con ellos experimento algo que se tiene que parecer a los estados de felicidad, esos en los que uno se siente tan bien que entiende que superarlos o es imposible o tiene que resultar muy difícil.
Por lo demás, lectura, escritura, poesía y vida. Todo al por menor y sin exposiciones buscadas, salvo la de la ventana de mi página personal. El tiempo sigue su curso como si no se diera cuenta de que nos lleva en el río de su conciencia. La naturaleza se sigue manifestando como si fuera eterna y nos acogiera y nos llamara para ser un componente más de su familia. Nosotros nos resistimos sin darnos cuenta de que en nada de tiempo le haremos compañía larga y misteriosa. El tiempo, siempre el tiempo. Todo sucede en el tiempo y en el espacio. El espacio se hace pequeño en nuestro diario y el tiempo corre y vuela. Ambos nos miran y no sabemos realmente con qué cara. A mí me gustaría que nos amáramos y que, en ese amor, miráramos también en nuestro entorno e hiciéramos real ese contagio cariñoso con todo lo que nos rodea. Así tal vez podríamos hacer nuestras aquellas palabras de Juan de Yepes cuando atribuía al Amado, en boca de las Criaturas, el poder de su presencia vestida y sustanciada de amor: “Mil gracias derramando, / pasó por estos sotos con presura, / y, yéndolos mirando, / con sola su figura, / vestidos los dejó de hermosura”.
Vale, ya sé que es pedir mucho, pero vamos a ello: Que la vida nos trate bien y que nosotros no la maltratemos. Salud.

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