miércoles, 26 de diciembre de 2018

CHEQUEOS



En las últimas temporadas, suelo hacerme un par de chequeos médicos en forma de análisis. A través de ellos puedo intuir el camino que van tomando mi cuerpo y mi salud. A veces, los seres humanos sumamos a estos chequeos otros de tipo mental, tantas veces imbricados y formando red con los físicos. Y otro tanto hacen las comunidades.  Ya viene siendo tradicional que los representantes políticos den un discurso para sus conciudadanos en el que resuman sus impresiones del año, casi todas positivas para ellos, junto a algún reproche menor. El ejemplo más representativo es el discurso del rey en Nochebuena. Confieso que hace años que no me llama la atención y no lo veo. El resumen se puede hacer antes de verlo, con escasas posibilidades de equivocarse en lo que va a decir.
Observo mundos paralelos, esos que parece que nunca se van a encontrar, entre lo que veo cada día en la calle y lo que me transmiten los medios de esos representantes. A pesar de mis reticencias poco escondidas con los medios de comunicación, no puedo por menos de reconocer que algo de lo que me hacen llegar se produce de verdad. Y lo que llega son los restos de un mundo agrio y enfrentado, las brasas de un incendio en el que no hay más que hostilidades y deseos de dejar al rival por los suelos, las señas de que este mundo parece que se va a pique en cualquier momento porque vive al borde del abismo... El mejor ejemplo de ello -pero no el único, claro- es el de las Cámaras (diputados y senadores). No tengo por qué describir lo que todo el mundo puede ver, y ve.
Sin embargo, hay otra España, y, sobre todo, otros españoles, que no andan todo el tiempo a la gresca sino pensando en la mejor manera de sobrellevar el tiempo, tanto en lo económico como en los social. Hay españoles cargados de sentimientos y de buena voluntad, que mejoran el circulito en el que se mueven cada día o al menos no molestan ni tienen en la mente montañas de bruma ni designios eternos que nadie sabe a qué conducen.
Cualquier ejemplo nos puede servir de enseñanza. Valga este, por las fechas en las que estamos. ¿Hay alguien que se acerque a un aeropuerto y vea las escenas que se producen en los encuentros entre los que vienen y los que esperan que no sienta que se le abren las carnes y que no tenga intenciones de gritar que esa España también existe, que es real, numerosa y mucho más confortable que la de estar tirándose los trastos a la cabeza? ¿Dónde están ahí las divisiones territoriales ni los aplastamientos políticos ni los ganadores a costa de los perdedores?
No me gustaría que nadie entendiera de mis palabras que la actividad política no es noble y necesaria. Todo lo contrario: siempre la defiendo y creo que la defenderé. Lo que suplico es que entendamos que hay otras formas de practicarla, otras maneras de entenderla, y que la vida tiene otras variables mucho más jugosas que las del enfrentamiento y las del rechazo.
Al fin y al cabo, si nos fijamos en un chequeo amplio, veremos que este país tiene mucho que ofrecer en casi todo: clima, cultura, gastronomía, esperanza de vida, risas, naturaleza… Y sobre todo personas, esa riqueza superior a todas las demás, que tanto debemos cuidar y mejorar. Este es el otro país, el más interesante. Y debería ser el más real.

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