jueves, 28 de noviembre de 2019

MISÁNTROPO



Es la luz que se esconde y nos oculta todo lo que la vida nos ofrece. Acaso sea el otoño con sus sombras, cada vez más presentes. Queremos ver y andamos casi ciegos. Vamos necesitados de libros de autoayuda, o tal vez de autoengaño. La escala de valores se derrumba y con ella nos vamos hasta morder el polvo y hacernos enemigos de lo que nos rodea.

Hoy ando en el terreno de la misantropía, como espita precisa de la desolación. He visto por la tele a una influencer -creo que así las apelan y etiquetan- enseñar cómo saca lo que tiene en el bolso de la compra y lo pone a dormir en la despensa. Y dice, sin sonrojo, que maneja un canal de You Tube, y que la siguen cientos cada día, contemplando el milagro nunca visto de la colocación de esos productos. He visto luego a otra -no más de quince años- bailando no sé cómo, desvencijando el cuerpo y haciendo posturitas. A esta la siguen miles, muchos miles y vive de la pasta que consigue de los que allí se anuncian.

He pensado más tarde en tantos que se esfuerzan en conseguir salud y beneficios para cualquier enfermo, y en los que cada hora trabajan el ladrillo o la palabra, también en los que buscan subirse a la razón y al pensamiento buscando la verdad que nunca llega, en los que abren sus manos para saciar las penas de los que menos tienen, en los que asisten al que está privado de salud, al solitario…; en fin, en tantas gentes que pasan por la vida tratando de hacer algo por los otros.

No me preocupan tanto los que enseñan, sino los enseñados. Parece que son miles, o millones. El remedio en la mente de unos pocos acaso sea posible. Pero ¿y ese rebaño tan extenso, que no tiene final ni siquiera mirando el horizonte? ¿Se divisa tal vez algún remedio para tan grande atajo de idiotas y de imbéciles? Tal vez no haya remedio.

Me retiro y me escondo. Me declaro misántropo, al menos por un día. Mañana ya veremos.


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