miércoles, 6 de noviembre de 2019

DE UNAS HORAS EN PIQUITOS...


                                                 DE UNAS HORAS EN PIQUITOS
¿SER PARA ESTAR O ESTAR PARA SER?
Para los miembros numerarios de El Libre Albedrío
Como el día había salido soleado y las subvenciones habían allanado y agrandado el camino angosto hasta convertirlo en una ancha pista forestal, el cansancio era menor que el de otros días y la ascensión se había hecho menos fatigosa.
Pero allí estábamos, en lo alto y con las vistas panorámicas e infinitas a nuestra disposición. La Peña Unamuno, el Jano y el Indio, nos acompañaban sólidos y solidarios. Y había quórum suficiente de El Libre Albedrío.
Cuando el contexto es agradable, todo tiende a alargarse. No menos de cuatro horas y media mirando, comiendo y hablando. No se puede comer durante tanto tiempo seguido, pero sí mirar, contemplar y hablar. A veces dialogar, muchas veces monologar, y más veces aún cruzar conversaciones que se mezclan en el aire y que dejan confusos a todos.
Pues que de hablar se trataba y había tiempo para todo, alguien planteó (en qué estaría pensando) como tema de conversación esta pregunta: ¿Hay que ser para estar o hay que estar para ser? Hala, y se quedó tan ancho. A pesar de la mezcolanza de pitanzas y vistas panorámicas, poco a poco, los componentes del grupo fueron entrando al trapo y pegando la hebra.
Como aquello parecía de mucha hondura, resultaba lógico determinar con exactitud de qué se estaba hablando, para poder emitir opinión razonada. El asunto terminó planteándose, más o menos, en estos términos: Ser para estar vendría a significar algo así como entender que hay, como elemento previo a la actuación y al comportamiento en la vida, una escala de valores, que condiciona esa actuación posterior; algo así como que una escala de valores, una ideología o una ética previas determinan la actuación de cada día y de cada momento. Estar para ser, en cambio, vendría a afirmar que es la actuación de cada momento y de cada día la que va conformando una escala de valores y una ideología determinada; algo así como que las consecuencias que se obtienen de la realidad cotidiana son las que elaboran un pensamiento personal.
Allí viérades disputar y echar cada cual su cuarto a espadas hasta concluir esto o aquello, o hasta caer rendidos, tras intensos devaneos, ante la imposibilidad de dar por cierta una posición u otra. Tal era la situación, que algún disputante recordó con añoranza la actuación de cierto camarero y de no memos cierto médico en una memorable escena de la película que inspira el nombre de la ilustre asociación: Amanece, que no es poco.
A mí también (cómo no, inductor de trabalenguas y provocador empedernido) me tocó mojarme y expresar mi opinión al respecto. Y he de confesar que ni lo tuve ni lo tengo claro, aunque reconozco la importancia que el planteamiento desarrolla y la curiosidad mental que provoca. Tengo para mí, sin embargo, que juega con alguna ventaja aquel que prima el ser para poder estar ante quien lo hace al revés. Mi argumento fundamental tiene que ver con la convicción de que el pensamiento se mueve en la abstracción y alcanza, por definición, numerosos casos concretos con una sola teoría, mientras que el estar para ser necesita la repetición machacona de actos para convencerse de que hay un principio que los acoge a todos y que los certifica como positivos. Por analogía, es algo así como actuar por deducción o por inducción. Los del ser para estar -siempre en términos generales- son más teóricos y los del estar para ser resultan más prácticos. Los primeros corren el peligro de quedarse en los principios, en la teoría; los segundos tienen como dificultad perderse en casos concretos y no llegar con facilidad a los principios que, una vez alcanzados, sirven ya de guía para el futuro.
Pues en estas estábamos durante largo rato, mezclando palabras con manjares y miradas. ¿Éramos y, por ello, actuábamos así y estábamos de una manera determinada? ¿Estábamos en una situación real y única y de ella obteníamos conclusiones para llegar a alguna determinación teórica acerca de la bondad o maldad de esa situación?
Los de la primacía del estar argüían que estar, inevitablemente, hay que estar y de ese estar no se puede prescindir. Los de la primacía del ser contraargumentaban que, si se está sin ser, es como estar sin estar, como no dominar el sentido de los actos, como dejarse llevar por la vida sin control y al amparo del aire que más sople.  Tal vez una buena dosis de cada una de las dos posturas bien mezclada no diera mal resultado.
Igual que no da mal resultado una buena mezcla preparada por un buen alquimista. Y de esto hay gente que sabe un montón, ya lo creo..
Así que, entre mezclas sólidas, líquidas, visuales y mentales, se nos fue el tiempo. La tarde se había echado encima y quedaba el camino de vuelta, en descanso lento y gozoso.
¿Qué pensarían Unamuno y los pájaros de aquellas discusiones llevadas a cabo entre tasajos y libaciones? El derecho de admisión está reservado en el círculo misceláneo de El Libre Albedrío, pero, si alguien quiere venir, ya sabe que se expone a estas ideas peregrinas y a estas mezcolanzas, en un tercio físicas, en otro líquidas y en otro, no menos importante, de desarrollo de ideas. Casi siempre tan fundamentales como esta.
Cada uno dirá.

4 comentarios:

mojadopapel dijo...

Yo no estuve, luego no pude ser, desde mi opción personal, pero también sé que fui aunque no estuve porqué pertenezco a un ente raro que es cuando sus componentes están. Se llama "libre albedrío" y si solo me recuerdan estoy aunque no esté. Y por eso me gusta este grupo raro que mezcla el ser y no ser, el estar y no estar con mezclas espirituales y espirituosas para ser..... Jejeje

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Yo estaba blanco y volví moreno después de esas cuatro horas al sol, que ese sí que era y estaba. Qué buen rato.

mojadopapel dijo...

Jajaja.... Y qué todavía dura. El moreno, el recuerdo y el ser.

Antonio dijo...

Me gusta mucho tu juego de palabras, pero hay que darle un repaso a todo esto. Es mucho más que un juego de palabras.