DE UNAS HORAS EN PIQUITOS
¿SER PARA ESTAR O ESTAR
PARA SER?
Para los miembros numerarios
de El Libre Albedrío
Como el día había salido soleado y las subvenciones habían
allanado y agrandado el camino angosto hasta convertirlo en una ancha pista
forestal, el cansancio era menor que el de otros días y la ascensión se había
hecho menos fatigosa.
Pero allí estábamos, en lo alto y con las vistas panorámicas
e infinitas a nuestra disposición. La Peña Unamuno, el Jano y el Indio, nos
acompañaban sólidos y solidarios. Y había quórum suficiente de El Libre Albedrío.
Cuando el contexto es agradable, todo tiende a alargarse. No
menos de cuatro horas y media mirando, comiendo y hablando. No se puede comer
durante tanto tiempo seguido, pero sí mirar, contemplar y hablar. A veces
dialogar, muchas veces monologar, y más veces aún cruzar conversaciones que se
mezclan en el aire y que dejan confusos a todos.
Pues que de hablar se trataba y había tiempo para todo,
alguien planteó (en qué estaría pensando) como tema de conversación esta
pregunta: ¿Hay que ser para estar o hay
que estar para ser? Hala, y se
quedó tan ancho. A pesar de la mezcolanza de pitanzas y vistas panorámicas,
poco a poco, los componentes del grupo fueron entrando al trapo y pegando la
hebra.
Como aquello parecía de mucha hondura, resultaba lógico
determinar con exactitud de qué se estaba hablando, para poder emitir opinión
razonada. El asunto terminó planteándose, más o menos, en estos términos: Ser
para estar vendría a significar algo así como entender que hay, como elemento
previo a la actuación y al comportamiento en la vida, una escala de valores,
que condiciona esa actuación posterior; algo así como que una escala de
valores, una ideología o una ética previas determinan la actuación de cada día
y de cada momento. Estar para ser, en cambio, vendría a afirmar que es la
actuación de cada momento y de cada día la que va conformando una escala de
valores y una ideología determinada; algo así como que las consecuencias que se
obtienen de la realidad cotidiana son las que elaboran un pensamiento personal.
Allí viérades disputar y echar cada cual su cuarto a espadas
hasta concluir esto o aquello, o hasta caer rendidos, tras intensos devaneos,
ante la imposibilidad de dar por cierta una posición u otra. Tal era la
situación, que algún disputante recordó con añoranza la actuación de cierto camarero
y de no memos cierto médico en una memorable escena de la película que inspira
el nombre de la ilustre asociación: Amanece,
que no es poco.
A mí también (cómo no, inductor de trabalenguas y provocador
empedernido) me tocó mojarme y expresar mi opinión al respecto. Y he de
confesar que ni lo tuve ni lo tengo claro, aunque reconozco la importancia que
el planteamiento desarrolla y la curiosidad mental que provoca. Tengo para mí,
sin embargo, que juega con alguna ventaja aquel que prima el ser para poder
estar ante quien lo hace al revés. Mi argumento fundamental tiene que ver con
la convicción de que el pensamiento se mueve en la abstracción y alcanza, por
definición, numerosos casos concretos con una sola teoría, mientras que el
estar para ser necesita la repetición machacona de actos para convencerse de
que hay un principio que los acoge a todos y que los certifica como positivos.
Por analogía, es algo así como actuar por deducción o por inducción. Los del
ser para estar -siempre en términos generales- son más teóricos y los del estar
para ser resultan más prácticos. Los primeros corren el peligro de quedarse en
los principios, en la teoría; los segundos tienen como dificultad perderse en
casos concretos y no llegar con facilidad a los principios que, una vez
alcanzados, sirven ya de guía para el futuro.
Pues en estas estábamos durante largo rato, mezclando
palabras con manjares y miradas. ¿Éramos y, por ello, actuábamos así y
estábamos de una manera determinada? ¿Estábamos en una situación real y única y
de ella obteníamos conclusiones para llegar a alguna determinación teórica
acerca de la bondad o maldad de esa situación?
Los de la primacía del estar argüían que estar,
inevitablemente, hay que estar y de ese estar no se puede prescindir. Los de la
primacía del ser contraargumentaban que, si se está sin ser, es como estar sin
estar, como no dominar el sentido de los actos, como dejarse llevar por la vida
sin control y al amparo del aire que más sople. Tal vez una buena dosis de cada una de las dos
posturas bien mezclada no diera mal resultado.
Igual que no da mal resultado una buena mezcla preparada por
un buen alquimista. Y de esto hay gente que sabe un montón, ya lo creo..
Así que, entre mezclas sólidas, líquidas, visuales y
mentales, se nos fue el tiempo. La tarde se había echado encima y quedaba el
camino de vuelta, en descanso lento y gozoso.
¿Qué pensarían Unamuno y los pájaros de aquellas discusiones
llevadas a cabo entre tasajos y libaciones? El derecho de admisión está
reservado en el círculo misceláneo de El Libre Albedrío, pero, si alguien
quiere venir, ya sabe que se expone a estas ideas peregrinas y a estas mezcolanzas, en un tercio físicas, en otro
líquidas y en otro, no menos importante, de desarrollo de ideas. Casi siempre
tan fundamentales como esta.
Cada uno dirá.
4 comentarios:
Yo no estuve, luego no pude ser, desde mi opción personal, pero también sé que fui aunque no estuve porqué pertenezco a un ente raro que es cuando sus componentes están. Se llama "libre albedrío" y si solo me recuerdan estoy aunque no esté. Y por eso me gusta este grupo raro que mezcla el ser y no ser, el estar y no estar con mezclas espirituales y espirituosas para ser..... Jejeje
Yo estaba blanco y volví moreno después de esas cuatro horas al sol, que ese sí que era y estaba. Qué buen rato.
Jajaja.... Y qué todavía dura. El moreno, el recuerdo y el ser.
Me gusta mucho tu juego de palabras, pero hay que darle un repaso a todo esto. Es mucho más que un juego de palabras.
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