miércoles, 22 de abril de 2020

MITOLOGÍA, LENGUA Y PANDEMIA


MITOLOGÍA, LENGUA Y PANDEMIA

Los antiguos griegos pensaban que algunas convulsiones eran producidas por el miedo al agua y no por algún virus. También ellos sufrieron pandemias. Que se lo cuenten, si no, a aquella Peste de Egina.
No hay casi nada nuevo bajo el sol (nihil novum sub sole), ni las realidades ni las palabras que les dan vida y actualidad.
Zeus y Hera (cuánto tuvo que aguantar a Zeus esta diosa) tuvieron al menos un hijo en común: Ares. Los romanos lo igualaron a su dios de la guerra: Marte. Zeus tuvo familia numerosísima, pero extramatrimonial. Ares, el dios de la guerra, tuvo a su vez dos hijos: Fobo y Deimo. Fobos es miedo y deimos terror. Si las juntamos, ya nos podemos imaginar una aproximación al concepto de guerra; de cualquiera.
Por eso nuestras fobias y sus derivados.
Para los tiempos que nos ocupan, se hacen presentes dos palabras con origen en las fobias: claustrofobia y agorafobia. Se oponen entre sí, pero no por el elemento común. La primera ya sabemos que se refiere a esa especie de miedo exagerado a los lugares cerrados; la segunda, sin embargo, hace referencia a lo contrario, al miedo desproporcionado a los lugares abiertos. La familia léxica con –fobia se puede alargar con facilidad: hidrofobia, homofobia, tánatofobia…
Me pregunto cuántas personas sufrirán en estos largos días la sensación de claustrofobia. Así, encerrados entre cuatro paredes, no siempre con luz directa, tal vez con vistas solo a un patio interior y en un piso bajo, imaginando el exterior en primavera, pensando en un paseo libre y sin tiempo de vuelta, con los espacios y las paredes ahí mismo, con otras personas y objetos tan próximos. Y así una hora y otra, un día y otro día. Y lo que es peor, sin la seguridad del final de esa situación. Uffffffff.
Uno de los derechos fundamentales del ser humano es el del libre movimiento; su privación, por ello, supone un cambio radical en la vida de cada individuo y tiene que imponerse en situaciones muy excepcionales. Esta creo que lo es. Pero a qué precio… Habrá que recordar que un derecho anterior es el de la vida.
Es verdad que, en tiempos de bonanza, de vez en cuando, a uno le pueden dar ganas de huir del ágora, de la calle, de la acumulación de personas, de las masas, de las concentraciones. Le entra entonces la sensación de agorafobia. Qué hermosa es la soledad cuando es buscada y querida. Tan hermosa como la búsqueda de la compañía, de la luz y de los espacios abiertos.
Hoy hay más candidatos a la claustrofobia que a la agorafobia, seguro. A ver si se pueden ir abriendo las puertas, se caen los claustros y el campo se hace grande y sin fronteras. Será un día feliz. Que llegue pronto.
Día 39 de confinamiento. Animo.

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