viernes, 17 de abril de 2020

Y VAN...


Y VAN…
Hoy querría haber estrujado mi mente un poco, pero, si lo hago, tal vez cause más penas que alegrías. Así que cubriré el expediente de no faltar a mi diario con el confinamiento y mañana amanecerá Dios y medraremos.
Por un sitio y por otro, se escuchan frases y se contemplan imágenes que apuntan a una salida a la libertad de movimiento, con calma y muy pausada. Y no sé si se hace con la realidad por montera o con el deseo ilusionado de que esa realidad se cumpla.
Porque no es lo peor aquello que va quedando en el pasado (siempre con la salvedad de los fallecidos), sino lo que no se acaba de atisbar en el horizonte. ¿Hay alguien que sepa cuándo se puede cumplir, aunque sea parcialmente, esa salida a la calle? Y no solo por la salida, sino por lo que ello supondría de dominar de alguna forma la fuerza y la extensión de la pandemia.
Nos ha robado el virus medio marzo y todo el mes de abril. A muchos les ha robado la dimensión del tiempo para siempre. Nos ha cambiado la vida a todos. Ha hecho temblar todos los cimientos hasta convertirlos en base de paja y caña azotada por el viento. Acaso todo quede en un mal sueño que nos visitará de vez en cuando y nos embride por un rato. Puede que alguno modifique su percepción del concepto de libertad y de su supresión. Quién sabe si incluso modificará hasta artículos del código penitenciario… Qué sé yo.
Cómo recuerdo ahora mismo las palabras de don Quijote a Sancho acerca de la libertad.
El caso es que el horizonte sigue trayendo nubarrones negros y no vemos la forma de que se asiente un anticiclón que nos dé alguna seguridad sanitaria.
Pienso en estos momentos que la vida siempre te decepciona un poco. Seguro que lo hace porque es imperfecta y nosotros siempre le exigimos un poco más, sin darnos cuenta de que sus leyes se aplican con dureza y sin tener en cuenta ni atenuantes siquiera.
Por dejar un eco de esperanza, tal vez convendría entender que, por la misma razón, la vida es siempre vida y hasta en las peores condiciones nos infunde ánimo e ilusión en todo lo que, sin duda, está por venir.
Si nos acostumbramos a vivir en las imperfecciones, tal vez todo vaya un poco mejor y el futuro nos sonreirá con sonrisa, si no estridente, sí continuada. Ojalá.
Día 34 de confinamiento. Ánimo.

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