La vida me sorprende cada día con contrastes tan fuertes, que me dejan confuso y a la vez animoso para no transitar ciertos caminos en el futuro. Tal vez es así como se va conformando la vida y la actuación de cada cual por este breve trecho que se hace luz entre el antes y el después.
Recojo de hoy mismo algunas de esas contradicciones:
a) Estar con mi nieta es situarme en un camino positivo y de entusiasmo por la vida. Verla crecer alegre y sin esquinas, con todo a flor de labios y sin pudor alguno, anotar cómo crece en su lenguaje y en sus elementales razonamientos es sumergirse en lo hermoso que tiene la vida para el que la quiera vivirla en positivo. Observar su egoísmo elemental y a la vez su ofrecimiento a los demás es como sentirse partícipe del mejor de los deseos y de la realidad más complaciente. Con ella he pasado este día, un día más, y ella me ha servido y me sigue sirviendo de fondo hermoso para ver la vida en estas veinticuatro horas.
b) Leer o escuchar algunas de las palabras que reproducen los medios también me llena de sensaciones contradictorias, positivas por la parte de quien las dice y negativas en extremo por parte de algunas de las interpretaciones que de ellas se hacen.
Me refiero a las palabras de Pilar Manjón, representante de la principal asociación de afectados del 11-M. Están en los medios y a ellas se puede acceder fácilmente. Viene a acusar a muchos medios que se han servido del dolor de los afectados, tanto muertos como heridos, en aquella barbarie, sembrando sospechas sin fundamento y creando elementos de duda con tal de atizar el morbo y de ganar lectores y sanear sus cuentas de resultados. Uno ya va con sus añitos y ha tenido muchas oportunidades de referirse a este asunto. Me reconforta conocer esa acusación pública de los afectados, acusación que yo he formulado desde mi escondida ventana desde casi el primer momento. Alguna vez incluso di a la luz un poema con desahogo en insultos para el director de El Mundo. No lo localizo y por eso no lo repito, pero con muchas ganas me quedo de regodearme en ello.
Hoy, aniversario de tan execrable acción, me siento casi tan indignado como esa asociación mayoritaria de los afectados y descargo mi ira contra todos aquellos que han jugado y siguen jugando con la sangre sagrada de los muertos, sangre que poco les interesa si con ella logran aumentar sus cuentas empresariales y, de paso, conseguir otros fines políticos. He afirmado varias veces, y lo vuelvo a afirmar, que algún medio ha vendido y sigue vendiendo gramos de sangre de damnificados a millones de euros y que uno de los que lo hace (dirige el periódico El Mundo) me parece el mayor bufón que ha dado la historia de España.
c) Durante un rato he tenido en mis brazos a mi nieta Sara viendo en dibujos televisivos el relato de un cuento de origen africano. Estábamos de visita en otra casa. Los niños son esponjas y lo beben todo. Sospecho que, además, ni nieta tiene una capacidad notable de absorción. También en ese cuento se planteaba una historia de bondad y de maldad, y se ejemplificaba en buenos y malos. No me gustó del todo. Pienso que, desde muy pequeños, enseñamos a los niños a sospechar y a ponerse en guardia en la vida, los convencemos de que los demás, o parte de los demás, andan por ahí solo con la intención de causarnos males y no bienes. De ahí a lo malo y lo bueno, lo rico y lo pobre, el pecado y la gracia, el cielo y el infierno, la libertad o la sumisión… hay muy poquitos pasos. Y de ahí a la aplicación en la vida real, ni medio pie. Me gustaría sugerirle a mi nieta la convicción de que la única vida que merece la pena es la que se plantea desde la inutilidad del mal, desde el sinsentido de tener enemigos y desde la bondad y el sentido común. Alguna vez he escrito este verso: “Me he declarado en huelga de enemigos”.
El día dio para mucho más pero acoto estas tres impresiones, que han dejado un surco un poco más profundo en este domingo, que quiere despedir el invierno y no sabe cómo hacerlo porque le falta la lluvia salvadora que unja y dé sentido positivo al nuevo ciclo.
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