Otra vez llegó el sol tras el invierno
para vestir tu piel de nuevos atributos,
para esculpir con calma
la música escondida por tu cuerpo.
Y tengo que decirte
que siento gran envidia de sus rayos
porque quiero reptar por tu silencio
y sentir que, a tu lado,
todo me pertenece.
Deseo coser mis ojos con tu poros
inyectarte mis lágrimas en ellos,
acostumbrarme a verme navegando
por los tactos undosos que provoca
la dulce mansedumbre de tus labios,
perderme y olvidarme en el paréntesis
de tu mar abundoso de sargazos,
sentir el dulce abrazo de la muerte
que me han de dar sus olas,
y no ambicionar más.
Abúlico y apático, olvidado,
ignorado, omitido y anegado
en eterno capítulo del sueño.
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